Alex Garland es uno de los directores más interesantes de la última década. Entendiendo perfectamente la gran ventaja que ofrece la ciencia-ficción. Es decir, la capacidad del género de poder trasladar al futuro, lejano o próximo, distópico o utópico, cuestiones y debates existentes en la actualidad o a lo largo de la propia existencia humana. En ‘Devs’ plantea, perfila y comenta, a lo largo de sus ocho capítulos de duración, una de las cuestiones básicas del ser humano: ¿qué es la vida?
Garland establece un diálogo ontológico entre dos vías distintas: el determinismo y el multiverso. La primera opción, establece que la existencia humana está claramente establecida desde el nacimiento hasta la muerte. No existe el azar. La segunda opción, en cambio, establece que la existencia humana está al servicio del azar y de las circunstancias. No hay nada fijo y, por tanto, todo es impredecible.
En algunos casos, el desarrollo de estas ideas podría dar como resultado unas obra plomiza y poco atractiva. Sin embargo, Garland logra hilvanar perfectamente ambas líneas argumentales (desde un punto de vista temático, no narrativo), ofreciendo una serie donde estas cuestiones son tratadas con ligereza. Además, el director adopta el tempo perfecto además de ir ofreciendo pinceladas y matices poco a poco, a fin de que las ideas se vayan asentando y sirvan como base para el siguiente episodio. Eso sí, esto no implica que deje soterrado ciertas cuestiones que ayuden a seguir captando la atención del espectador.
Generalmente se suele representar el bien a un lado, y el mal al otro, en polos opuestos de una misma recta; pero también existe el principio de que los polos opuestos se atraen. Y aquí esa premisa se cumple siendo representada por casi todos los personajes de ‘Devs’. Nadie es perfecto desde un punto de vista moral. Esto genera un debate interno en el espectador a la hora de empatizar con los personajes. ¿Están justificados sus actos? ¿Qué le lleva a actuar de ese modo? ¿Podría haber adoptado otra actitud? Determinismo y multiverso. Como se puede observar, la serie plantea más preguntas que respuestas, y he ahí, lo que personalmente, creo que es el gran valor del lenguaje cinematográfico: el generar una reacción en el espectador y hacerle debatir sobre una cuestión determinada.
Desde el punto de vista formal y técnico, Garland ofrece una puesta en escena muy planificada, llevada al milímetro. Rechaza el uso de planos de gran angular o planos secuencias rocambolescos. No tendría sentido, ya que se perdería la coherencia a la hora de transmitir el mensaje. La puesta en escena ha de ser sencilla para dejar el suficiente espacio a que el debate ontológico pueda desarrollarse.
La música por momentos es asfixiante, sobre todo cuando aparece el jefe de seguridad, Kenton, la representación del mal en estado puro. El resto de los actores también están muy bien en su cometido, especialmente Sonoya Mizuno y Nick Offerman. Y resulta muy interesante como manifiestan los sentimientos o como actúan. Por momentos parecen meros robots y en otros momentos parecen estar llenos de vida. Esto podría ligarse al determinismo (el robot que realiza exclusivamente la acción para la que fue programado) y al multiverso (la reacción indescriptible ante lo insospechado).
Por lo tanto, y ya como conclusión, ‘Devs’ es una serie maravillosa. Ciencia-ficción en la línea de ‘2001. Una odisea en el espacio’ y ‘Stalker’, en el sentido de que se usa este género para plantear preguntas, no para resolverlas. A la pregunta que plantea Garland (si la existencia humana es determinista o más bien, no sigue un criterio determinado) y como buen gallego que soy, he de responder: depende. Por un lado, nuestra existencia está determinada por nuestro pasado y los actos que hayamos hecho; pero, por otro lado, no podemos establecer como vayamos a responder en el futuro. Nadie puede. Y ahí está lo maravilloso de la vida. Por ello, exprimámosla al máximo.