El propio Tom Cruise ha dicho en más de una ocasión que 'Cocktail' no es precisamente su mejor película, y no es de extrañar: las soluciones que pusieron a problemas complejos fueron de juzgado de guardia
Cocktail no es la mejor película de Tom Cruise. Incluso los mayores fans de la película podrán estar de acuerdo conmigo en que, en gran parte, se merecía el Razzie a la peor película que ganó en 1989. Tampoco es que al público le importara demasiado: ver a Cruise moviendo las botellas y sirviendo bebidas fue suficiente para convertirla en una de las 10 películas más taquilleras del año, con 170 millones de dólares en todo el mundo (frente a un presupuesto de tan solo 20). Sin embargo, lo icónico viene con un precio.
Cócteles y más cócteles
De hecho, las escenas de tirar botellas al techo y moverlas como malabares no venían siquiera en el guion original. Muchas de las cosas que acabamos viendo, de hecho, eran distintas en aquel guion, porque Heywood Gould, el autor, quería hacer una versión mucho más oscura protagonizada por un actor ya mayor. Sin embargo, cuando tuvo que aguantarse con Cruise, pensó que al menos le enseñaría un par de técnicas de malabares que aprendió durante sus 12 años tras una barra.
Sin embargo, pese a las horas de entrenamiento, Cruise no conseguía manejar del todo las botellas de cristal, que se rompían una y otra vez en cada ensayo. En un momento dado, su profesor (de la Escuela de Camareros de Toronto) se negó a enseñarle porque hacer ese tipo de trucos en un bar real podría causar daños, heridas e incluso denuncias. ¿Qué hicieron al final para que diera el pego? Cambiaron las botellas de cristal por botellas de plástico, y así evitaron el desastre entre toma y toma.
Eso sí: nada de eso evitó que a Cruise se le cayeran varias veces. No solo las botellas, sino también los vasos o la cubertería. Fue muy épico y ha pasado a la historia, sí, pero al precio de tener que fabricar accesorios únicos. ¿Y el premio fue un Razzie? No hay justicia en Hollywood.