Críticas
3,5
Buena
Karmele

¿Somos o no somos?

por Andrea Zamora

Karmele Urresti es sinónimo de exilio, pero también de compromiso político. En 1937, ella y su familia se vieron obligados a abandonar el País Vasco debido a la guerra y se refugiaron en Francia. Fue allí donde Karmele tomó una decisión crucial: dejar su trabajo como enfermera para combatir el conflicto desde el arte, utilizando el baile, la música y el canto como formas de resistencia. Cuando la embajada cultural vasca le ofreció formar parte de su proyecto, aceptó sin dudar, marcando así el rumbo de su vida. Durante esta etapa conoce a Txomin, un trompetista con quien acaba casándose y formando una familia. Tras su boda, la pareja emigra a Venezuela en busca de paz lejos de la guerra. Sin embargo, con el tiempo, deciden volver a su tierra para recuperar lo que perdieron.

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Asier Altuna narra esta historia real en Karmele, una película biográfica que destaca no tanto por la originalidad de su estructura, sino por la fuerza de sus interpretaciones y la belleza visual de sus imágenes. Porque, por muy extraordinaria que sea una vida, cuando se encaja en una narración basada en hechos reales, lo que realmente la eleva es lo que el cine puede explorar: el sonido, lo visual y lo emocional.

Un caballo atravesando el humo, un camión repleto de personas escapando, una caminata sobre el agua o un barco ardiendo. Altuna intercala la tragedia con imágenes llenas de poesía y significado, utilizando la luz como un recurso narrativo para diferenciar las distintas etapas en la vida de Karmele. Venezuela se muestra luminosa, símbolo de un tiempo de felicidad y de sueños posibles. En contraste, el País Vasco aparece oscuro y tembloroso, un lugar donde la esperanza ha desaparecido y solo queda la sensación de impotencia.

Del combate a la resignación

Si Karmele y Txomin hubieran prestado atención a lo que sugiere el cielo en las imágenes de Altuna, quizás no habrían dejado Venezuela. Cuando deciden marcharse de Caracas, una intensa tormenta cae sobre la ciudad. Regresan al País Vasco impulsados por la ilusión de colaborar en la caída del franquismo. Se convierten en espías, pero su misión fracasa, y la detención de Txomin destruye los últimos restos de esperanza que Karmele conservaba.

Jone Laspiur y Eneko Sagardoy ofrecen interpretaciones sólidas como la pareja protagonista. Nagore Aranburu y Javier Barandiaran interpretan a los padres de Karmele. Los cuatro actores sostienen la narración con firmeza, aunque es Barandiaran quien logra un impacto más profundo con menos recursos. Su personaje transmite pura emoción, y sus gestos y acciones hablan más que sus palabras. Interpreta a un padre, abuelo, suegro y pescador, encargado de abrir y cerrar la película con dos escenas que simbolizan el arco del relato: al inicio, la lucha por sobrevivir y resistir; al final, la aceptación de lo vivido y el coraje para continuar.