Más de lo mismo, pero mucho más grande
por Tomás Andrés GuerreroEl director finlandés Jalmari Helander, se ha convertido en una presencia habitual en el palmarés del Festival de Sitges. No en vano, ha sido coronado allí en dos ocasiones: primero en 2010 con Rare Exports: Un cuento gamberro de Navidad, aquella reinvención del mito de Santa Claus, y más recientemente con Sisu, la explosiva película que presentó en 2023 y cuyo legado continúa ahora con Sisu: Camino a la venganza.
Esta nueva entrega retoma la historia del imparable Aatami Korpi, un antiguo comando finlandés que, tras la Segunda Guerra Mundial, busca reconstruir su vida lejos del horror (tras encontrar, además, un jugoso tesoro). Pero la paz es un lujo inaccesible para alguien cuya leyenda lo precede. Las fuerzas soviéticas lo persiguen con la misión de eliminar al "Inmortal", desatando así un viaje de venganza y redención que convierte al protagonista en un ejército de un solo hombre.
Acción sin frenos y humor con muy mala baba
Helander no pretende construir un drama intimista ni un relato profundo; su apuesta es otra: acción constante, excesiva y en constante 'in crescendo'. La película funciona como una sucesión de 'set pieces' que van elevando la apuesta sin rubor: desde pequeños enfrentamientos cuerpo a cuerpo hasta persecuciones en moto, ataques aéreos y muertes coreografiadas con precisión quirúrgica. Todo ello es un torbellino de violencia que abraza lo absurdo y lo espectacular sin perder el sentido del ritmo.
Sisu: Camino a la venganza explora la comicidad del horror, mezclando violencia estilizada con un humor físico que en ocasiones remite al 'slapstick clásico': hay secuencias que evocan el espíritu de Buster Keaton, con esa mezcla de torpeza calculada, ingenio visual y contundencia que nunca deja caer la tensión.
El villano de esta entrega, Igor Draganov, recae en un siempre eficaz Stephen Lang, a quien el público recordará como el antagonista de la saga Avatar. Aquí se muestra frío, cruel y casi tan indestructible como el propio Korpi, contribuyendo a que el enfrentamiento final tenga el clásico peso dramático arquetípico de estas producciones. En el otro extremo, Jorma Tommila vuelve a construir un protagonista casi mudo pero imponente. Su Aatami Korpi continúa en la senda del héroe arquetípico: mezcla de Rambo con misticismo nórdico, capaz de decirlo todo sin articular más que lo imprescindible.
El músculo de la producción estadounidense… para bien y para mal
A diferencia de la primera entrega, aquí se percibe claramente la mano de la inversión estadounidense, por su mayor tamaño. Todo es más grande: las secuencias son más espectaculares y los valores de producción más evidentes. Sin embargo, este salto también tiene un coste: algunos duelos cuerpo a cuerpo pierden contundencia al ser sacrificados en favor de la espectacularidad visual. La película es más grande, sí, pero también menos íntima y algo más dependiente de la pirotecnia.
Sisu: Camino a la venganza no es una película perfecta: abusa de trucos narrativos, se recrea en la exageración y a veces fuerza situaciones al límite de la credibilidad. Pero sería injusto juzgarla desde un prisma realista. Su naturaleza es otra: una celebración del cine de acción salvaje, creativo y sin concesiones. Para quienes disfrutaron de la primera parte, esta secuela supone una descarga de adrenalina aún mayor. Helander vuelve a demostrar que la acción, cuando se ejecuta con convicción y sentido del humor, puede ser tan brutal como divertida.