Críticas
2,0
Pasable
Semilla de maldad

El padre del monstruo

por Eulàlia Iglesias

Contando con el festival de Cannes como principal plataforma de propulsión, el húngaro Kornel Mundruczó intenta hacerse un hueco en el panorama del cine europeo contemporáneo con sus actualizaciones de mitos clásicos de la cultura occidental. Tras la irregular Delta, historia de pasión entre dos hermanos con aroma a tragedia griega, ahora nos llega su nuevo film, Semilla de maldad, traducción (que se toma la libertad de subrayar el tono fatalista de la película) del doble título internacional The Tender Son – The Frankenstein Project. Mundruczó traslada la historia del moderno Prometeo al Budapest de hoy en día y convierte en paterno-filial la relación entre creador y criatura del libro de Mary Shelley. El monstruo de Semilla de maldad es un joven que, recién salido de una institución en que ha permanecido buena parte de su vida, va a parar por aquello de la casualidad o más bien del destino, a un cásting organizado por un director de cine que además es su padre, aunque él todavía no lo sabe.... La audición se lleva a cabo en el mismo edificio donde vive su madre, y en este escenario casi único se desencadenará la tragedia.

Semilla de maldad intenta ser muchas cosas pero no redondea ninguna. La idea central del hijo convertido en monstruo porque le faltó amor de padre resulta excesivamente simplista. Como en una tragedia contemporánea, los caminos de los personajes acaban cruzándose, pero de forma harto forzada: aquí el destino no llama, más bien aporrea a la puerta. Los giros narrativos despiertan estupefacción en el espectador. Y poner en un mismo plano de equivalencias las figuras de padre, director de cine y creador tiene algo de megalómano, más cuando ese papel lo encarna Mundruczó en persona. A la película no la salva ni su cuidada factura audiovisual, ni la feliz ocurrencia de convertir un vetusto edificio de Budapest en un escenario neo-gótico ni la reflexión sobre la responsabilidad respecto a la "obra" creada. Hablando de responsabilidad, esperemos que Mundruczó asuma la suya propia y se lo piense detenidamente antes de rodar una nueva película.

A favor: Los escenarios de Budapest.

En contra: El delirio involuntario.