Críticas
3,5
Buena
Amor y letras

Entre la inocencia y la experiencia

por Beatriz Martínez

En un momento de 'Amor y letras', el personaje que interpreta Josh Radnor, Jesse Fisher, le regala a la joven Zibby (Elizabeth Olsen) dos libros: Uno de vampiros, para que se olvide de la saga "Crepúsculo", "Drácula", de BramStoker y "Songs of Innocence and Experience", un poemario del romántico William Blake. Precisamente entre estos dos términos, inocencia y experiencia, se sitúa la segunda película tras la cámara de Josh Radnor. En ella, el director interpreta a un treintañero un tanto atascado en su vida, no tanto en crisis por su inmadurez y por su incapacidad de adaptarse a las obligaciones de la vida adulta, sino por su profunda insatisfacción vital al darse cuenta que no ha alcanzado las metas que en su juventud se había fijado. Se dará cuenta de esto cuando regrese al escenario de sus días pletóricos universitarios, y cuando durante ese periplo de redescubrimiento, tome contacto con una serie de personajes que se encuentran en diferentes fases vitales: Los jóvenes (la soñadora Zibby, todavía tan tierna e inconsciente; el inadaptado con tendencias suicidas, tan inmerso en la literatura como él, Dean, interpretado por John Magaro) y los adultos (su antiguo tutor, Peter (Richard Jenkins) y la descreída profesora Fairfield (Allison Janney)). Tres generaciones que, de una u otra manera, se encuentran igual de desorientadas y llenas de dudas, quizás porque, como dice el personaje que interpreta Richard Jenkins, nunca somos realmente conscientes de la edad que tenemos.

'Amor y letras' está configurada a modo de comedia, pero en realidad hay mucha tristeza dentro de ella. Todos los personajes se encuentran atrapados en un momento de sus vidas del que no pueden escapar. Dean se refugia en la literatura en un intento de vivir dentro de ella. No es casual la referencia a "La broma infinita", de David Foster Wallace, el libro que supuestamente lee una y otra vez y que termina conduciéndole a un intento de suicidio, a través del cual intentará emular el trágico final que tuvo el escritor. Mientras, el profesor Peter, después de decidir retirarse de la enseñanza, se dará cuenta de que ha construido su vida alrededor de ella y que se siente vacío fuera de ese microcosmos universitario en el que ha ocupado un lugar importante. Vivir y experimentaro vivir y encerrarse en uno mismo. Radnor construye un magnífico guion, muchísimo más trabajado que su anterior obra, 'Happy Thank You More Please' (2010), en la que pretendía erigirse como la voz de una generación a través del buen rollo y una ligereza acomodaticia un tanto preocupante. En 'Amor y letras' está presente ese halo intelectual, ese aroma de superioridad cultural que también hemos encontrado siempre en el cine de Woody Allen (en el que el director se mira sin complejos), pero también es cierto que a partir de él, elabora un interesantísimo discurso en torno a la literatura y la vida, la ficción y la realidad, lo que nos construimos en nuestra cabeza, y en lo que finalmente terminamos convirtiéndonos. Todas las ideas preconcebidas que tenemos (desde la idea del romanticismo, que de alguna manera se intenta desmitificar en la película –espectacular speecha cargo de Allion Janney–, hasta todos esos sueños y pensamientos ficticios en los que nos quedamos atascados y que nunca se harán realidad y que tientan a refugiarse en ellos), se van desplegando en la película identificando muchos de los temores e inseguridades que asolana los jóvenes, a los adultos y a los más mayores. Empezar a construir un camino en el primer paso, dotarlo de consistencia, en el segundo, y volver la vista atrás y no arrepentirse de nada, en el tercero. Tres posiciones que en 'Amor y letras', entre otras muchas cosas, nos dan una idea de las incertidumbres del ser humano en cada una de las edades. Entre la inocencia y la experiencia, aunque ninguna de las dos sea el paradigma, esa es la cuestión.

A favor: Los diálogos y sus intérpretes.

En contra: El final, un tanto discutible pero no por ello menos adecuado.