Críticas
0,5
Pésima
Ya no puedo esperar

Sin cerebro pero cachondos

por Rodolfo Sánchez

Entre 1998 y 2001 el tándem compuesto por Deborah Kaplan y Harry Elfont rodaron dos películas: Ya no puedo esperar y Josie y las melódicas. Luego ya no hicieron nada. Y eso lo ganó el cine. Si la primera es mala, la segunda resulta modélica como película mediocre e insignificante. Ya no puedo esperar sigue el modelo de comedia romántica universitaria desarrollada en todo su metraje, una infernal e interminable hora y media, durante una fiesta en la que los jóvenes participantes dan rienda suelta a su excitación hormonal en busca de tener su primera experiencia sexual o conquistar al supuesto amor de su vida.

Diálogos desesperantes en su tontería y carentes de interés que cuesta creer en la boca de unos universitarios (el protagonista, osado como pocos, pretende ser escritor, lo cual resulta sorprendente en tanto a que apenas sabe hablar). Kaplan y Elfont intentaron con Ya no puedo esperar el aprovecharse de la moda de los noventa (bueno, moda de todas décadas) de cine universitario para adolescentes, subgénero que poco a poco va involucionando en calidad y evolucionando en su idiotez.

A favor: Que acaba terminando. El horror no es eterno.

En contra: Verla.