Críticas
2,5
Regular
Reina y patria

Historias de la mili

por Xavi Sánchez Pons

82 años y John Boorman sigue al pie del cañón. El cineasta inglés tiene varias obras maestras en su haber, filmes como A quemarropa, Deliverance o Excalibur, ha estado activo como director en las últimas seis décadas, en buena forma, ojo, y ahora regresa con una secuela de la celebrada Esperanza y gloria (1987) que podría significar su testamento cinematográfico. Reina y patria retoma el personaje de Bill Rohan, alter ego de Boorman, aquí un adolescente obligado a realizar el servicio militar británico, una época de formación convertida en un relato de coming of age que fluctúa entre la crónica sentimental de aire realista y las licencias poéticas. Una mezcla que no acaba de funcionar a pleno rendimiento.

La última película del director de La Selva Esmeralda funciona como un cruce entre el humor absurdo de M.A.S.H., como en el filme de Robert Altman aquí el estamento militar es descrito con buenas dosis de humor absurdo y a ratos como una comedia de enredo, y Amarcord, ya que Boorman, al igual que Fellini, apuesta en algunos tramos por el realismo mágico y las ensoñaciones para dar forma a unos recuerdos personales evocados casi de forma onírica –ese momento en el que Rohan conoce a una misteriosa chica rubia de la que se enamorará-. Ahora bien, en esa atrevida y particular mezcla reside también en talón de Aquiles de Reina y patria, una cinta que nunca acaba de encontrar el tono correcto entre comedia –el personaje gamberro de Caleb Landry Jones raya la caricatura- y drama –la historia del militar interpretado por David Thewlis es desconcertante, metida con calzador-, entre risas y emociones íntimas. Un factor que descoloca al espectador y que no le permite disfrutar la cien por cien del objetivo principal del filme: la narración libre en primera persona de los años formativos de John Boorman antes de ser director de cine.

Reina y patria vale más por lo que cuenta, el testimonio filmado del Boorman teenager, que por como lo cuenta. Una especie de coitus interruptus que sitúa la última película de John Boorman en una peligrosa tierra de nadie. Muy bien filmada sí, el oficio de un narrador purasangre se nota, pero emocionalmente insatisfactoria, fría y distante. Esperanza y gloria tocaba la fibra con elegancia, pero aquí la cosa se queda en la superficie, en emociones impostadas. Una pena.

A favor: la nómina de secundarios british: David Thewlis, Richard E. Grant, David Hayman, Sinéad Cusack y Brían F. O'Byrne, entre otros.

En contra: la película nunca encuentra el tono adecuado.