Críticas
5,0
Obra maestra
Aún estoy aquí

En contra del olvido

por Andrea Zamora

Si miramos las fotos que la familia Paiva tiene guardadas en cajas, a las que se tomaron después del 21 de enero de 1971 les falta algo. Donde antes había un hombre con bigote ya no hay nada. Para cualquiera que las observe, ese hueco solo ocupa lo que una persona, pero para el clan protagonista de esta historia no existe unidad capaz de medir ese vacío.

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Una foto, al final, solo cobra todo su sentido cuando la mira quien sale en ellas. Activan el recuerdo. Son un 'souvenir' de un tiempo pasado. Su defecto es lo que las hace tan especiales: dependen casi en su totalidad de la memoria. Y, como no podemos fiarnos de ella, hay que tirar de palabras y especificar en su dorso año y evento. Aún estoy aquí es como esas letras que explican el qué y el cuándo a los que no salen en la foto. La nueva película de Walter Salles nos hace entender no solo los retratos de los Paiva, también un poco mejor el Brasil de la dictadura militar, la misma que asesinó a Rubens, el patriarca de la familia, el hombre con bigote cuya muerte cambió la vida de su mujer e hijos.

Aún estoy aquí relata la historia real de Eunice, una ama de casa y madre de cinco hijos, que debe reconstruir su vida tras la desaparición de su esposo, un expolítico e ingeniero civil. Tras ser llevada a prisión, donde sufre interrogatorios violentos diarios, Eunice regresa a su hogar y toma una decisión radical cuando confirma que Rubens está muerto: vender la casa junto al mar, regresar a la ciudad y estudiar derecho.

Lo más reciente de Salles, basado en las memorias de Marcelo Rubens Paiva (hijo de Eunice y Rubens), presenta un relato desgarrador sobre la resiliencia y es un drama que se acerca al 'thriller' con buen gusto. La tentación aquí habría sido caer en los clichés de las películas basadas en hechos reales, perdiendo sutileza en aras de la redundancia y olvidarse de que, además de lo que se cuenta, importa cómo se cuenta. Aún estoy aquí brilla al capturar el antes y el después de una vida familiar transformada inevitablemente por la tragedia.

Gran parte del mérito del trabajo de Salles se debe a su protagonista. Fernanda Torres interpreta a Eunice en un alarde de interpretación poderosa, sostenida, elegante y empática. Un trabajo de esos en los que la actriz sostiene, abraza y comprende tanto a su personaje que consigue que los silencios y los gestos signifiquen mucho más que las palabras.

La película de Salles no solo es entretenimiento, también un testimonio del oscuro capítulo que Brasil vivió entre 1964 y 1985. Y como el mayor enemigo de la historia es el olvido, Aún estoy aquí se convierte en algo más que una gran obra técnica, artística e interpretativa: es un arma para memoria, un refuerzo, un pilar para recordar.

El cuerpo de Rubens Paiva nunca se encontró. Eunice luchó durante toda su vida para que se reconociera la muerte de su esposo. Se convirtió en abogada, activista de los derechos de las víctimas de la represión política, defendió la apertura de los archivos de la dictadura y abogó por los derechos de los pueblos indígenas en Brasil.

Eunice mantuvo viva la historia de su familia hasta que el Alzheimer borró todo, incluso lo que parece ser uno de sus recuerdos más valiosos: la última vez que vio a Rubens, despidiéndose con la mano y sonriendo desde la calle, justo antes de subirse al coche que lo llevaría a su muerte. No hay foto de eso, pero no hace falta. Son unos segundos de Aún estoy aquí que se quedan impresos en la memoria.