El cine como arma
por Sara HerediaResulta increíble cómo en una carrera compuesta por obras maestras como El hilo invisible (2017), Magnolia (1999) o Pozos de ambición (2007) aún haya espacio para seguir creciendo como creador. Pero eso es lo que hace Paul Thomas Anderson con Una batalla tras otra, logra superarse a sí mismo y estrenar una aventura épica que regalan al espectador escenas y personajes que son iconos instantáneos.
Es, además, una historia que, sin ser política, critica abiertamente al gobierno de Trump en Estados Unidos y a sus sucedáneos en otros países. El director lanza un reproche directo a las medidas anti inmigratorias desde la ficción al centrar la trama en un grupo revolucionario y violento llamado 'el 75 francés', que actuó a comienzos de los 2000 para terminar con políticas de derechas. 16 años después, el grupo ya está disuelto y Bob Ferguson trata de vivir tranquilamente en un pequeño pueblo de la América profunda junto a su hija adolescente. Pero los fantasmas del pasado son incontrolables y regresarán para quitarle lo que más quiere.
Paul Thomas Anderson es un magnífico contador de historia y ésta Una batalla tras otra es un relato impecablemente narrado que te mantiene alerta a lo largo de sus dos horas y 40 minutos. En manos de cualquier otro cineasta, esta duración podría haber resultado excesiva, pero Anderson lleva al espectador suavemente de un lado al otro, explicándole lo importante de la historia pero sin dejar de lado ningún detalle. Como sucede con los buenos narradores, no tiene prisa por llegar al final porque el camino se disfruta de lo lindo.
Gran parte de ese disfrute viene de la creación de los personajes, los cuales funcionan como piezas de un mosaico que por sí solas son bellas pero al juntarlas crean un conjunto espectacular. Las monjas cultivadoras de marihuana, la guerrillera embarazada practicando su puntería, el magnífico sensei interpretado por Benicio del Toro... Es una retahíla de secundarios muy particulares que siempre te dejan con ganas de saber más acerca de su historia.
Un reparto en estado de gracia
Y por encima de ellos están los protagonistas. En primer lugar, un Leonardo DiCaprio tan vulnerable y digno al mismo tiempo como solo él sabe hacerlo, impecable en su rol de padre angustiado. Otro que firma uno de los papeles de su vida es Sean Penn, el gran villano de esta historia. Penn interpreta al coronel Steven J. Lockjaw con un conjunto de gestos y peculiaridades tan bien afinados que se come la pantalla en cuanto entra en escena. Al lado de ellos, Teyana Taylor -que además de actriz es cantante, compositora, bailarina y coreógrafa, ahí es nada-, aunque con una participación menor, firma algunas de las escenas más potentes de la película; y Chase Infiniti, con 25 años, logra darle a su personaje una fuerza interior bruta apabullante enfundada en una falda de tul y una chaqueta de cuero que encaja con su carácter. Un increíble grupo de actores en estado de gracia.
Una batalla tras otra, con su épica, su emoción y su mirada política, es una obra monumental que confirma a Paul Thomas Anderson como uno de los grandes cineastas contemporáneos.