Y de repente el mundo se vuelve un lugar mejor
por Andrea ZamoraSoy una ferviente defensora del cine como creador de empatía y descubridor de mundos. La ficción, si se acude a ella con la mente abierta, te puede hacer mejor persona. No porque transforme mágicamente a las personas en seres bondadosos, sino porque ayuda a levantar el ánimo. Si eso está bien, lo demás también suele estarlo. Evidentemente, no cualquier relato sirve. Hablo de aquellas historias que calientan el corazón. Filmes que ponen el foco en algo pequeño y cotidiano y lo convierten en algo gigante, único y valioso. Rondallas es una de ellas. Si llevas tiempo sin encontrar la felicidad, hay un poco de ella en esta película.
Leer la crítica completa de Rondallas: Y de repente el mundo se vuelve un lugar mejor: 'Rondallas', una amable y necesaria sorpresa de Daniel Sánchez Arévalo | San Sebastián 2025
Rondallas es el nuevo trabajo de Daniel Sánchez Arévalo, un director experto en convertir la ternura en materia cinematográfica. En esta ocasión sitúa la acción en Galicia, más concretamente en un pequeño pueblo costero marcado por una desgracia ocurrida años atrás: el naufragio de un barco del que solo sobrevivieron dos tripulantes. La tragedia dejó huella en todo el pueblo y también en la rondalla local, una agrupación musical tradicional formada por vecinos de todas las edades. Al comenzar la historia, uno de los supervivientes siente que el duelo se ha prolongado demasiado y propone recuperar la rondalla y volver a competir en el certamen anual de Vigo.
Un abrazo en forma de película
Sin apenas notarlo, el espectador queda completamente impregnado por el pueblo, sus habitantes y su relato. Rondallas, una obra más madura dentro de la filmografía de Arévalo, está llena de pequeños momentos emotivos que llegan al corazón. El director se apoya especialmente en la música y en unos personajes construidos con una sensibilidad casi mágica. Con ellos da forma a una película que se presenta sin complejos como una auténtica 'feel good movie'.
En Rondallas conviven personalidades muy diversas que encajan con naturalidad, dando lugar a un conjunto de personajes lleno de carisma. Javier Gutiérrez interpreta al optimista que impulsa el regreso de la rondalla; María Vázquez da vida a una viuda que lucha por sacar adelante a sus dos hijas; Tamar Novas es el hermano que debe aprender a separarse de su mellizo; Judith Fernández encarna a la hija que aún añora a su padre fallecido; Fer Fraga es el joven que se marchó del pueblo y regresa tras descubrir que el mundo exterior no era tan prometedor; y Carlos Blanco interpreta al otro superviviente del naufragio, que perdió una pierna y se refugia en el alcohol para lidiar con el trauma. Todos ellos se influyen mutuamente, crecen y se adaptan a las nuevas circunstancias. Arévalo demuestra además buen ojo para descubrir nuevos talentos y reúne un reparto ideal para la historia que quiere contar.
Seamos claros: Rondallas es una película cercana y amable que remite a fórmulas ya conocidas. Sigue la estela de los relatos deportivos clásicos como Karate Kid (1984), A por todas (2000) o Campeones (2018): un grupo con pocas opciones de triunfo y muchas dificultades une fuerzas para superarse. Pero no basta con repetir el esquema; hay que saber cómo ejecutarlo para que funcione y no caiga en la sensiblería. Y eso requiere precisión tanto narrativa como emocional. Arévalo, que aborda temas como el duelo, la pérdida, la valentía, la salud mental, las distintas formas de amar, la superación, la culpa o la renuncia, sabe encajar cada pieza para que el engranaje no solo funcione, sino que, dentro de lo reconocible, Rondallas se sienta fresca y distinta.
Si Rondallas fuese algo, sería un abrazo. De esos que te hacen sentir, durante unos segundos, que el mundo, aun con sus fallos, problemas e injusticias, es un sitio que merece la pena. Y eso, ahora, es algo que nos hace mucha falta.