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Largometraje irregular pero que aún así consigue mantener la atención del espectador durante el excesivo metraje a pesar de sus puntos muertos, las escenas de acción están realizadas con soltura y espectacularidad. Podría funcionar perfectamente de manera individual si no nos la hubiesen vendido como una continuación de la saga Bourne, pues es ahí, en los intentos de relacionarlo con el Bourne de Matt Damon donde flojea la película. Si se tratase de hablar del personaje de Aarón Cross como único eje de la historia no tendría tantos detractores. La idea del superprototipo de hombre ya surge en los tebeos de superhéroes, lo de convertir soldados que causaron baja en supersoldados ya lo vimos en Soldado Universal, la del superagente ya la tenemos en James Bond o Jack Ryan, incluso si me apuráis en los agentes de la TIA con su superintendente, su profesor Bacterio y sus agentes como conejillos de indias. Así que centrándonos en Aarón Cross y sus adicciones, tenemos una película que entretiene, un protagonista menos expresivo que Chuck Norris, persecuciones, explosiones, tiroteos, suficientes escenas de acción y un corre que te pillo por las calles de Manila, que bien podría ser el comienzo de una de las películas de la saga de James Bond.