Sabes que una saga es importante para el público cuando 17 años después de su última película (El camino hacia el más fuerte) aún hay un público deseoso de vivir nuevas aventuras. Y es que, aunque Dragon Ball GT tuvo un OVA propio, los fans lo suelen considerar no canónico. Sin embargo, La batalla de los dioses tuvo intervención del propio Akira Toriyama y, además, sirvió no solo para acabar Dragon Ball Z, sino para empezar la nueva saga: Dragon Ball Super, que, como todos sabemos, transcurre antes del final de Z. Sin embargo, el guionista quería colocarla en otro sitio.
Kame-hames en vez de arroz
Resulta que Yusuke Watanabe, que aceptó el encargo de escribir el guion inmediatamente, quería que la historia transcurriese en medio de un hecho canónico de la saga que nunca vimos ni leímos: la boda de C-18 y Krilin. Y eso, como todos sabemos, ocurre entre el fin de Célula y la llegada de Boo. Pero claro, ¿hasta cuándo podrían estirar ese espacio de tiempo?
Es más: ¿tendría sentido que Goku se hubiera enfrentado a Boo como si no pasara nada sabiendo que Beerus existe y que él puede alcanzar Super Saiyan Dios, una fase más allá de Super Saiyan 3? Es, desde luego, improbable. Por eso Akira Toriyama cambió la boda por el cumpleaños de Bulma, que es atemporal, y permitía jugar más con la línea temporal. Todos contentos.
No es que Watanabe no tuviera buenas ideas, ojo: la historia que él recibió apenas duraba unos 60 minutos, así que decidió escribir una sub-historia en la que las bolas de dragón eran robadas por unos ladrones, personajes nuevos en la franquicia. Fue Toriyama quien decidió que en su lugar fuera la banda de Pilaf, ya que estaban intentando que todos los personajes clásicos tuvieran su momento de gloria. El resultado, desde luego, ha pasado a la historia... y no todas las películas de Dragon Ball, tristemente, pueden decir lo mismo.