"Con Lynch siempre estamos cruzando al otro lado del espejo": retro-crítica de 'Terciopelo azul', la cinta que asienta el universo del director
Alejandro G. Calvo
Alejandro G. Calvo
-Director de SensaCine
De sangre soriana, nacido en Barcelona en 1978, y residente en Madrid. Crítico de cine desde la adolescencia, llevo 25 años escribiendo sobre películas. Ahora, principalmente, hago videos para el canal de YouTube de SensaCine donde la serie "Cine A Quemarropa" es uno de los mayores hits en la red.

Alejandro G. Calvo analiza la obra del director fallecido el pasado mes de enero

SensaCine

El pasado quince de enero fallecía a los casi 79 años (que su cumpleaños era el 20) el maestro David Lynch. Sin ningún tipo de duda uno de los directores más importantes de la historia del cine. Un maestro del enigma insondable, de la emoción al punto de éxtasis, un fabricante de imágenes y sonidos como nunca antes en el cine se había visto. Supo configurar como nadie en imagen fotoquímica el lenguaje indescifrable de los sueños dejándonos por el camino un puñado de obras maestras que hicieron de nuestra vida en la Tierra algo muchísimo más disfrutable, muchísimo más bello, también muchísimo más inquietante y sorprendente. Lynch eliminó de un plumazo aquello que entendíamos como cotidiano para mostrarnos lo que se haya oculto tras las apariencias de la realidad. Y lo hizo con una sensibilidad e inteligencia indestructibles. Y las bases de todo ello se encuentran en Terciopelo azul, la película de 1986 que, de alguna forma, asentaría las bases de un estilo que no dejaría de evolucionar.

Terciopelo azul
Terciopelo azul
Dirigida por David Lynch
Con Isabella Rossellini, Kyle MacLachlan, Dennis Hopper
Fecha de estreno 31 de octubre de 1986
Medios
3,3
Usuarios
3,8
Streaming

A David Lynch la idea para Terciopelo azul llevaba rondándole por la cabeza desde principios de los 70. Él hablaba de un sueño del que anotó fragmentos aislados: una pistola, una radio policial, el disfraz de Frank, un hombre con chaqueta amarilla - y también de su de memoria de juventud con dos recuerdos arraigados: el de encontrarse él y su hermano John a una mujer completamente desnuda por la calle (algo que les conmocionó soberanamente); y en cierto deseo adolescente de colarse en la casa de la chica que le gustaba y así poderla espiar a su gusto.

El cine de David Lynch amalgama pasión, miedo, intriga y deseo como el de ningún otro realizador en la historia del cine. Y humor, que el humor de Lynch es inconmensurable. Su truco, su milagro, radica en ser capaz de trasladarnos desde lo real y reconocible hacia lo extraño e incognoscible, incluso abominable, y una vez allí emocionarnos como nadie había hecho nunca antes. Dicho de otra forma Lynch transforma los tópicos hasta llevarlos al extremo y en esa zona abstracta e incluso incomprensible, es capaz de llevarnos hasta unos límites emocionales inimaginables.

Cuando ves una película de David Lynch las emociones se superponen. En un viaje que nos lleva de lo cotidiano a lo abstracto, de lo real a lo onírico e incluso fantasmagórico, uno es capaz de sentir lo que está pasando a cada momento y al mismo tiempo no entender nada de nada. Con Lynch siempre estamos cruzando al otro lado del espejo. Un enrarecimiento argumental y visual que suele ir en escalada ascendente dotando cada vez de más fascinación al relato, al misterio. Y cuando uno cree que ha llegado al límite de lo extraño, Lynch da un par de pasos más allá.

De Laurentiis Entertainment Group

A medida que Lynch vaya evolucionando en su carrera y vaya entregando nuevas películas, este palimpsesto de imágenes orgánicas, que operan a distintos niveles de consciencia, irá ganando más y más terreno, caso del increíble episodio ocho de la tercera temporada de Twin Peaks -tres minutos que son puro Stan Brakhage- o en la totalidad de su último largometraje, la inabarcable y totémica Inland Empire. Y es que Terciopelo azul es la película que asienta su universo, sobre la que pivotarán sus películas futuras, aún más extremas y asintóticas, configurando un nuevo tipo de romanticismo, una nueva forma de de aprehender la narrativa cinematográfica, más sensorial, más intuitiva, más enigmática (que es la palabra que más he usado en este video), sin dejar de resultar siempre tremendamente bella y apasionante.

Son muchos los directores contemporáneos que han reconocido la influencia de Lynch en su cine, ya he citado Nicolas Winding Refn, pero la lista es larguísima desde David Fincher a Denis Villeneuve, desde Yorgos Lanthimos a Quentin Dupieux, de Charlie Kaufman a Peter Strickland. Pero hoy me apetece mostraros algo diferente y es el profundo impacto que tuvo en concreto Blue Velvet en los fotógrafos Gregory Crewdson y Todd Hido, cuya obra, de una belleza fascinante tiene unos ecos preciosos a la obra de David Lynch.

En cierta manera, del cine de David Lynch no se sale, solo se entra y ahí te quedas atrapado y feliz para siempre.

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