Aunque ahora le conocemos como el mítico Snake Plissken de 1997: Rescate en Nueva York o el RJ MacReady de La Cosa, lo cierto es que Kurt Russell empezó su carrera de la mano del mismísimo Walt Disney. Bueno, no del todo: su primer papel fue dándole una patada a Elvis Presley en Puños y lágrimas y en una serie western que llegó a protagonizar (Los viajes de Jamie McPheeters). Finalmente, en 1966 firmó un acuerdo de diez años con Disney, y se preparaba para un futuro rutilante.

Llamando desde otro mundo
Se dice que Disney se quedó absolutamente alucinado cuando le vio actuar en Veinte docenas de hijos, y decidió que sería la nueva cara visible de la empresa, llegando a describirle como "un muchacho de 15 años a quien predigo un gran futuro". El magnate murió poco después, pero Russell cumplió su contrato de una década con películas familiares (y, vistas, ahora, totalmente camp) como Mi cerebro es electrónico, Un ejecutivo muy mono o Un ángel para Charlie. Y eso que no supo que Disney había pensado en él justo al final.
La noche anterior a su muerte, Walt escribió, en la parte inferior de una página llamada "Proyectos de televisión preparados para producirse o que se pueden escalar", cuatro nombres: Ron Miller, Way Down Cellar, Kirt Russell (sí, "Kirt") y CIA Mobley. El propio actor no tiene ni la más mínima idea de por qué escribió su nombre: "Asumo, como todos, que estaba hablando de alguna película en la que estaba pensando que estuviera... No sé qué pensar aparte de eso".
No deja de tener su gracia que, como el "Rosebud" de Ciudadano Kane, el último gran enigma de Walt Disney fuera Kurt Russell. A sus 74 años, el actor ha hecho lo que le ha dado la gana en todo momento, desde entrar en Marvel hasta trabajar con John Carpenter o Quentin Tarantino. En una vida como la suya, que Disney te mencionara antes de morir es el día a día, al fin y al cabo.