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    Festival de San Sebastián día 5: Bertrand Tavernier satiriza la política francesa en 'Quai D'Orsay'

    Junto a la divertida, aunque inocua, película de Tavernier también vimos 'Un largo viaje' de Jonathan Teplitzky y el documental 'El símbolo y el cuate', con Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat.

    Francesc Relea, Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat

    Vamos primero con las películas que compiten por la Concha de Oro. En Quai D’Orsay el veterano cineasta francés Bertrand Tavernier adapta el brillante cómic homónimo de Lanzac & Blain, una sátira política protagonizada por un consejero advenedizo del Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, y la locura burocrática a la que se enfrente día sí, día también. Poco queda, claro, de aquél cineasta que nos deslumbrara con obras maestras como Alrededor de medianoche, Ley 627, Capitán Conan o La carnaza; el cine de Tavernier, con los años, ha ido volviéndose cada vez más desganado, más falto de punch. Lo que no quita que siga siendo un cineasta con olfato, con un gran sentido del ritmo -la película es sumamente veloz- y capaz de coquetear con un campo en el que no es que se haya prodigado mucho: el de la comedia cinética. De hecho el principal referente que posee Quai D’Orsay, reconocido por el propio Tavernier, es In The Loop de Armando Ianucci, la puesta de largo de la magnífica (y terrorista) sitcom británica The Thick Of It (si no la conoces: ya puedes ir corriendo a verla). Al igual que en aquella, un reverso malsano de la impoluta El ala oeste de la Casa Blanca, el film de Tavernier retrata a los políticos que llevan las riendas de nuestro país como una serie de patéticos, egoístas y vanidosos personajes, todos ellos bailando al son desquiciado de las órdenes inconexas y absurdas del todopoderoso Ministro de turno. La mímesis es clara: ya que Tavernier no tiene la fuerza de antaño para morder al perro rabioso objeto de burla –como hiciera en la siempre reivindicable Hoy empieza todo-, lo convierte en una gran opereta de puertas que se abren y puertas que se cierran, acumulando una serie de gags visuales que, a la postre, resultan más inofensivos que los extintos guiñoles de la televisión.

    Frederic Bourboulon y Bertrand Tavernier

    En Un largo viaje el, para mí desconocido, realizador Jonathan Teplitzky crea un drama de posguerra de la mano de los populares actores Colin Firth y Nicole Kidman –ninguno de ellos ha podido venir a San Sebastián, una pena-, basándose en la compleja historia real donde un hombre torturado en los campos de concentración japoneses de la Segunda Guerra Mundial emprende un viaje para encontrar a uno de los culpables de su calvario. Dividida en dos partes, en la primera vemos en una serie de flash-backs la terrible realidad de los campos de trabajo japoneses, y en la segunda nos acercamos al reencuentro del torturador y el torturado, donde la película trata de realizar (sin conseguirlo) una parábola sobre el mal en tiempos de guerra, que lo que nos une es más de lo que nos separa y que, en el fondo, somos marionetas de un destino cruel y despiadado. El problema básico de la película es que posee una realización tremendamente descafeinada, lo que da  a las formas de la misma un acartonamiento sólo superable a través de las tremendas catarsis de dolor vividas por el protagonista. El melodrama es incapaz de sobrevivir indemne a las casi dos horas de duración de la cinta y, para colmo, ¡soy incapaz de mirar a la cara operada de Nicole Kidman sin que se me erice el pelo de la nuca!

    Un largo viaje

    Cerramos con un estreno en Zabaltegi: El símbolo y el cuate de Francesc Relea. Una película documental que sigue los pasos de la gira conjunta por Latinoamérica de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat. Triste testimonio del peso de los años sobre dos músicos de indudable envergadura, lo peor de la película es su desequilibrada composición narrativa. Uno no sabe si realmente trata de mirar hacia al pasado para contextualizar los hechos presentes –ese terreno sólo le toca a Serrat- o si busca otorgar una foto fidedigna actual de los dos artistas –teniendo en cuenta que la música de Sabina es la principal protagonista del fondo sonoro. Sea como sea la película naufraga a la hora de volcar nada más que sea la reacción, siempre fiel, de los fans de los músicos, mientras que los testimonios que se buscan para apoyar las imágenes -¿qué hace Ricardo Darín aquí?- no dejan de ser de lo más anecdótico. Vamos a ver, estamos delante de dos artistas que son historia pura -musical, política, antropológica, hasta de la farándula si se quiere-, ¿de verdad no había nada mejor que retratar que filmarlos en un hospital de niños enfermos de cáncer? No lo entiendo. Y habla alguien que lleva un año durmiendo a su hijo cantándole "Mediterráneo" y "Calle melancolía".

    El símbolo y el cuate

    Alejandro G. Calvo

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