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    Entrevista con Jane Pollard y Iain Forsyth: “El objetivo de Nick Cave es provocar un efecto transformador en la gente”

    Hablamos con los directores del documental de Nick Cave en In-Edit, el Festival Internacional de Cine Documental Musical de Barcelona.

    No todo el mundo tiene la oportunidad de contar entre sus amistades a Nick Cave. Los artistas visuales Iain Forsyth y Jane Pollard fueron primer fans de su música, después colaboraron con él en algunas piezas (suyo es por ejemplo el videoclip de Dig, Lazarus, Dig!!!) y acabaron desarrollando algo más que una mera relación profesional. Por ello, Nick Cave no es solo el objeto de su primer largometraje 20.000 días en la Tierra, sino que también ha colaborado estrechamente con ellos en la creación de este film que sobrepasa en más de un sentido las limitaciones de las típicas películas sobre rock.

    Hablamos con Jane Pollard y Iain Forsyth, espléndidos conversadores, en el marco del In-Edit, el Festival Internacional de Cine Documental Musical de Barcelona, donde 20.000 días en la Tierra agotó entradas mucho antes de sus dos proyecciones. Fue uno de los títulos estrella de un certamen donde se premiaron, en el apartado internacional, American Interior de Gruff Rhys (componente de The Superfurry Animals), y en el nacional Un lloc on caure mort, firmada por Miguel Ángel Blanca y Raúl Cuevas.

    Ustedes provienen del mundo del arte y esta es su primera película de larga duración. Sin embargo, en sus piezas audiovisuales anteriores ya se habían centrado en estrellas del rock, conciertos, han firmado videoclips... ¿Por qué les interesa tanto la música como tema de su producción artística?

    IF: Jane y yo nos conocimos en la Escuela de Arte hace unos veinte años, justo cuando había triunfado la generación de artistas encabezada por Damien Hirst, que consiguieron el éxito de forma inesperada siendo muy jóvenes. De repente, se creó una gran expectación en torno a los nuevos artistas y el arte se volvió muy ostentoso, muy pendiente de llamar la atención de cara a los museos y las galerías. Antes, la Escuela de Arte era un lugar mucho más divertido y experimental, donde podías probar cosas y equivocarte, un lugar donde aprender. Y de repente se convirtió en una especie de fábrica de éxitos. Nos fijamos en la música porque suponía una experiencia totalmente diferente. Teníamos muchos amigos en el mundillo, llevando clubs, metidos en bandas o sellos discográficos, por lo que la socialización era una parte importante de la música. Por otro lado, la conexión que establece la música con el público resulta mucho más poderosa y excitante que la de ciertas disciplinas artísticas.

    JP: El arte que se hacía en aquel momento no tenía en cuenta al público.

    IF: Se hacía de cara a los coleccionistas. Y a nosotros nos interesa llevar a cabo un tipo de obra que encuentre su público entre la gente corriente.

    JP: También te das cuenta de hasta qué punto la música ha influido en quién eres, en cómo has encontrado a tus amigos y quiénes son, e incluso en el tipo de lenguaje que compartes. Cuando nos conocimos con Iain, él me grababa esos casetes con diferentes canciones. Era una forma de comunicación y acabas compartiendo referencias y gustos. Para nosotros las dos cosas más importantes a la hora de crear una obra de arte es que resulte accesible para el público, no queremos que sea demasiado oscura o “artística”; y que provoque algún tipo de impacto emocional antes que un impacto analítico. Y la música resulta perfecta para  llevar a cabo ambos objetivos. Porque la gente no se muestra tan asustada ante la música como ante el arte, y quien la escucha se siente perfectamente cómodo afirmando que algo le encanta o le horroriza sin necesidad de darle más vueltas.

    IF: En las galerías de arte, el comentario más habitual es “esto no lo entiendo”.

    JP: Y no se generan emociones. Y nosotros creemos que la cultura debe ir sobre pasión y gustos.

    20.000 días en la Tierra es su primer largometraje digamos convencional y se estrena en cines en lugar de galerías y museos. ¿Cómo afrontaron este cambio?

    IF: Nos apetecía mucho trabajar con la narrativa. Cuando te dedicas a crear obras para museos y galerías tienes claro que la atención que el espectador dedica a tu obra es muy breve: se pasean, la observan durante cinco o diez minutos y siguen avanzando. Así que tu trabajo consiste un poco en condensar ideas o emociones muy concretas. Lo que no deja de resultar interesante, pero después de haberlo llevado a cabo durante 20 años te interesa explorar otros caminos. Por eso poder desarrollar todos los elementos que implica una narración fue uno proceso que disfrutamos mucho.

    ¿Que la historia se concentrara en 24 horas era una manera de dar forma a un film por otro lado concebido de una manera muy libre?

    JP: Totalmente. Era una manera de hacerle entender al espectador donde estaba. Sabíamos que podía resultar un poco confuso. Teníamos muchas localizaciones diferentes (la casa, el despacho, el estudio, la sala de conciertos...) y el recorrido de Cave de un sitio a otro tenía que resultar un poco impredecible. Y el formato de un día resultaba perfecto: te levantas y empiezas a hacer cosas. Además nos ofrecía la idea del transcurso del tiempo. También nos gustaba plantear el típico concepto de “Un día en la vida de...”, pero de una forma diferente. En televisión se ven muchos programas que muestran la supuesta intimidad de la gente, lo que se esconde detrás de esto y lo otro, “la vida real de alguien”, y les ves lavando los platos o haciendo la colada. No era esto lo que nos interesaba, un famoso lavando los platos resulta tan aburrido como cualquier otra persona.

    Así que elaboramos situaciones que nos facilitaban la narración. En la vida real, Nick no va al psicoanalista. Pero era una manera de introducir un formato de entrevista y lo planteamos como una rutina cotidiana: tiene una cita y allí se presenta. Lo mismo sucede con las escenas del archivo, por ejemplo. Ese archivo existe, pero está en Melbourne. Muy limpio, moderno y ordenado todo. A nosotros nos interesaba contar con un archivo pero que fuera más subterráneo y oscuro, tal y como te lo imaginas en una ficción.

    ¿Cómo trabajasteis con Nick Cave, que colabora en el guion y está acostumbrado en cierta manera a interpretar continuamente?

    JP: Lo más importante a la hora de trabajar con Nick era que resultara auténtico incluso cuando estaba interpretando. Su forma de actuar tenía que resultar real también en todas esas situaciones que están claramente preparadas. En el fondo es lo que hace cada día cuando sale al escenario. Así que ese era nuestro objetivo. Antes de encender la cámara, lo preparábamos todo como en una película de ficción. Una vez Nick entraba en escena y empezábamos a rodar, obrábamos como en un documental: él se comportaba de forma espontánea, en la mayoría de escenas el diálogo está improvisado y solo rodábamos una toma. Se trataba de que Nick fuera Nick. Y cuando lo capturábamos en algún momento escuchando algo que no había oído antes se producía ese efecto mágico, eléctrico... Momentos en que el aire de la habitación cambiaba, como cuando habla con Warren Ellis sobre Nina Simone  y ambos se comportan como un fan más. En esa escena queda claro que el objetivo de Nick es provocar el mismo efecto transformador en la gente que él sintió en ese concierto de Simone.

    El título del film remite a la edad de Nick Cave en estos momentos. No es habitual que las películas sobre rock se centren en una estrella en activo de cincuenta y pico de años...

    IF: Nos interesaba mucho este aspecto. Muchas películas se aproximan a los músicos a partir de un punto de vista negativo: sus problemas de salud, el conflicto de personalidades entre el cantante y el resto del grupo, los fracasos económicos... Por supuesto, se han hecho films muy interesantes en este sentido, por ejemplo DIG! de Ondi Timoner, sobre la rivalidad entre The Brian Jonestown Massacre y The Dandy Warhols. Y, por otro lado, parece que solo puedas celebrar a un músico cuando ya está muerto o retirado, es una especie de convención cultural. Para nosotros era un reto aproximarnos a un artista que se encuentra en un momento cumbre de su carrera.

    JP: Que todavía está en activo y sigue avanzando en su proceso creativo.

    IF: Si ruedas a una banda con problemas, sabes que vas a tener una historia de antemano: se pelean, uno amenaza con dejar el grupo... Pero si trabajas con un artista al que las cosas le van bien, es feliz en su vida privada, está sano... Eso sí supone un reto.

    ¿Por eso introdujeron las escenas dramáticas donde Nick Cave se reencuentra con “fantasmas” de su pasado en el coche?

    JP: Podíamos haber tenido a Nick durante los 90 minutos, pero necesitábamos disponer de diferentes facetas de su voz. Teníamos estas escenas de transición entre los grandes momentos: sus paseos en coche mientras va de casa al estudio y viceversa. Así que invitamos a tres personas relacionadas con él que seleccionamos personalmente porque proporcionaban tonos muy diferentes. Ray Winstone no está para tonterías, toca de pies en el suelo y es muy directo. Con Blixa Bargeld... Esa relación es muy particular. Se habían visto con Nick alguna vez en los últimos años, pero jamás habían hablado de por qué se fue del grupo. Así que esperamos que esta fuera la oportunidad para que el tema saliera en una conversación. Y Kylie Minogue... Kylie es maravillosa. Me maravilla pensar que en el fondo ella y Nick se dedicaban al mismo trabajo, simplemente lo hacían desde mundos y formas muy diferentes. Así que se trataba de que dos personas que trabajan en lo mismo hablaran de ello, de lo que habían visto en el trabajo del otro cuando se conocieron, de cómo les impacto conectar con sus respectivos universos. La verdad es que teníamos casi asumido que al menos uno de los tres encuentros no funcionaría, que quizá nos tendríamos que conformar solo con un par. Así que estamos encantados que al final los tres salieran bien.

    Esta tampoco es la típica película donde suenan una colección de grandes éxitos de Nick Cave. ¿Cómo seleccionaron las canciones que aparecen en el film, la mayoría provenientes de su último álbum Push the Sky Away?

    JP: Es curioso porque nunca pensamos en que Higgs Boson Blues fuera el tema central del film, fue surgiendo un poco sobre la marcha. Teníamos más en mente Push the Sky Away, la escena final al borde del mar está pensada con esta canción, es casi como un videoclip. Pero cuando vimos a Nick interpretándola en Sidney, fue, "Dios mío".

    Resulta más fácil pensar en todas las películas a las que NO se parece 20.000 días en la tierra que encontrarle influencias evidentes.

    IF: Por supuesto devoramos muchas películas musicales, recuperamos viejos DVDs de las estanterías, los discutíamos y hubo un momento en que teníamos más o menos claro lo que no queríamos hacer. Pero hay un periodo a finales de los sesenta, principios de los setenta que nos parece interesante. Por ejemplo, esa película de Led Zeppelin, The Song Remains the Same (Peter Clifton, 1973) que según como te la miras es espantosa. Per por otro, muestra una ambición que realmente inspiró nuestro proceso creativo. Ves a la banda representada de unas formas que resultaría muy fácil ridiculizar. Ves, por ejemplo, a Robert Plant a caballo acudiendo al rescate a una dama... Pero la película acaba hablando de la banda en el contexto de la época de una manera inesperada.

    JP: En el fondo estás compartiendo el imaginario del grupo. Estás introduciéndote en esa imaginación de la que han surgido las canciones que te gustan. Y eso era lo que nos interesaba hacer a nosotros. Otro film que nos gustaba es One plus One (1968) de Jean-Luc Godard, que por supuesto es una película muy propia de su director pero sigue teniendo esta ambición de crear su propio lenguaje a la hora de aproximarse a la música. Y las de los Beatles, que también eran películas con la banda, y no sobre la banda. Porque nosotros no queríamos hacer una película que fuera la versión cinematográfica de la wikipedia. Preferíamos arriesgarnos con un formato que no se hubiera experimentado antes aunque eso implicara la posibilidad del fracaso. Y estamos encantados porque el público está reaccionando muy bien. Demuestra que los espectadores disponen de una mentalidad abierta y pueden aceptar sin problemas una película que no se ajusta a las reglas habituales.

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