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    Cannes 2015: Ovación para ‘Carol’ de Todd Haynes, que apunta a Palma de Oro

    Haynes rompe el festival con ‘Carol’, una obra maestra de indudable sabor clásico con unas inmensas Cate Blanchett y Rooney Mara. Por otro lado, Fernando León de Aranoa ha estrenado ‘Un día perfecto’ en la Quincena de Realizadores.

    Para esto viene uno a Cannes. Claro, también para dormir cinco horas al día, morirse de desnutrición y deshidratación y aguantar colas infernales; pero eso es accesorio. Para lo que tantos periodistas, críticos y cronistas nos desplazamos al más exigente, física y mentalmente, de los festivales, es para descubrir esa película que cambiará nuestra forma de entender el cine, renovando nuestro amor por él, viviendo la experiencia única e irrepetible de ser uno de los primeros en poder vivirlo y, por supuesto, contarlo. Pasa pocas veces, es cierto, en los últimos años podríamos citar La vida de Adèle, Malditos Bastardos, Uncle Boonme, Holy Motors, Two Lovers, El árbol de la vida… y, en general, acaba triunfando más el relleno que la chicha, pero estoy convencido que todos los que trabajamos aquí desplazados justificaríamos sin dudarlo el tragarnos mucha metralla con la condición de poder ver, al menos, una película de esas que, metafóricamente hablando, sea capaz de partirnos la cabeza. Exactamente lo que ha pasado hoy con Carol de Todd Haynes.

    Adaptación de la novela The Price Of Salt (1951) de Patricia Highsmith –aunque la firmó con el seudónimo de Claire Morgan: la temática homosexual era tabú por aquél entonces-, donde se narra la historia de amor en el Nueva York de los años 50 entre dos mujeres: una de ellas, madura y adinerada en mitad de un proceso de divorcio (Carol / Cate Blanchett), la otra una joven dependiente en una tienda de juguetes con devoción por la fotografía (Therese / Rooney Mara). Como si se tratara de un remake libre de La calumnia de William Wyler –de hecho, Haynes encuadra al final de la cinta a Mara emulando claramente a Audrey Hepburn-, la película pone en escena con extrema sensibilidad y una pasión desbordante por las formas del cine clásico, esta historia de amor fou, desde su (breve) encuentro inicial hasta su totémica secuencia final –pensar en Two Lovers y acertaréis-, con un viaje (físico y emocional) en su centro donde, finalmente, eclosiona su relación amorosa, en uno de los momentos más hermosos que nos ha dado el cine en los últimos años –por otro lado: en las antípodas de La vida de Adèle: lo que allí era una concepción hiperrealista de la culminación romántica por la vía del sexo, aquí es una prolongación natural de la estética clasicista de la obra; dos formas muy diferentes de trazar la belleza, pero que nos sirven perfectamente como representación absoluta del amor entre dos mujeres-. Haynes no equivoca un plano, no tiene un gesto más alto que otro, su pasión por las formas del cine clásico convierte la película en un producto radical –a su lado Mad Men (y mira que me gusta) parece una opereta de cartón-piedra-, y nos da a todos los amantes del cine una nueva razón para seguir creyendo.

    Hemos visto muchas más películas pero tendremos que dejarlas para más adelante (no doy más de sí), que hoy toca hablar de cine español y, más concretamente, de Fernando León de Aranoa, que ha estrenado en Cannes –dentro de la Quincena de Realizadores, el mismo sitio donde se pueden ver las nuevas obras de Philippe Garrel, Arnaud Desplechin y Miguel Gomes, así de eclécticos son ahora- su última película: Un día perfecto, protagonizada por un reparto internacional encabezado por Benicio del Toro (magnífico, como siempre), Tim Robbins (que parece que está en otra película), Olga Kurylenko, Mélanie Thierry y Sergi López. Aranoa adapta la novela de Paula Farias sobre unos cooperantes destinados en la guerra de Bosnia que, entre muchas otras cosas, tratan de purificar los pozos de agua donde los combatientes arrojan cadáveres para volverlas putrefactas. Ellos no sólo deberán luchar contra la lógica inhumana de todo conflicto bélico –las vacas muertas como bombas lapa, por ejemplo-, sino también contra la burocracia neandertal de la ONU y la propia desconfianza del pueblo autóctono. Al igual que ocurría en Los lunes al sol, la película tiene como decorado un drama superlativo al que el guion sortea por medio de todo tipo de chanzas cruzadas entre los protagonistas mientras se enfrentan a situaciones que van de lo terrorífico –ejecuciones sumarias- a lo grotesco –la imposibilidad de encontrar una cuerda para rescatar un cuerpo del pozo-. Aranoa sigue lejos de ser un estilista de la puesta en escena, está claro, pero sí es certero en algún que otro fraseo hilarante, y la narración está contada sin altibajos reseñables, lo que seguramente provocará que Un día perfecto tenga buen gancho con el público ávido de dramas ligeros y la convierta, con bastante seguridad, en un éxito comercial.

    + Todas las crónicas de Cannes por Alejandro G. Calvo

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