Tras arrasar en la taquilla de Francia, Bélgica y Suiza, el documental Mañana llega a las salas españolas el 29 de abril. El filme ha sido codirigido por el activista Cyril Dion, junto a la celebridad francesa Mélanie Laurent, conocida por sus actuaciones en películas como Malditos Bastardos (2009) y Ahora me ves…(2013). Hemos tenido el placer de entrevistar a Cyril Dion ante su lanzamiento.
¿Cómo surgió el proyecto de este documental ecológico?
Hace diez años creé un movimiento ecologista, y en seguida, me planteé la cuestión de saber cómo podíamos movilizar a la gente en torno a estas cuestiones. No solo en cuanto a la ecología, sino también en la educación o la economía y mostrar que todo estaba vinculado. Pensé que necesitábamos hacer una película que no solo diga al público qué es lo mejor, sino mostrar en qué mundo podríamos vivir mañana y que nos hiciera soñar lo suficiente. Para que todos salieran del cine y pensaran que les gustaría vivir en un mundo así y cómo hacer para construirlo.
El largometraje ataca directamente a las grandes empresas. ¿Por qué decidió mostrar solo la visión de los pequeños agricultores ecológicos sin réplica desde las grandes multinacionales?
No nos hemos encontrado con problemas con las grandes empresas porque hemos mostrado las cosas de una manera positiva, sin despertar su desconfianza, y al mismo tiempo, transmitiendo un montón de mensajes que muestran todas las multinacionales. No hemos mostrado su visión porque la vemos todos los días en las televisiones, las radios o los periódicos. Solo teníamos dos horas para mostrar otra visión distinta. Por tanto, no íbamos a perder el tiempo en darles la palabra a ellos. Asimismo, la idea era contar esta historia para el futuro. Hay un momento en el que hay que mirar la realidad de frente y esta información tiene que circular. Somos adultos y tenemos que saber que estamos en una situación grave.
¿Qué les ha hecho dividir la película en distintos bloques interrelacionados a priori tan distintos como la energía o la democracia?
Para demostrar precisamente que no podemos seguir reflexionando de manera segmentada y que todo está vinculado, y que si no nos damos cuenta, no podemos realmente resolver los problemas. Vemos que es como un bucle en que todo está relacionado. Sabemos que si la situación ecológica se degrada, la tensión entre los países aumentará, porque los recursos naturales serán más escasos. Esto llevará a la lucha por el petróleo, por el agua, por las tierras, y esto a su vez, a que la gente emigre por razones climáticas y por la falta de alimentos. Entonces necesitamos resolver todos esos problemas a la vez.
Se muestra el modelo educativo finlandés como prototipo del cambio. ¿Cree que se puede exportar sobre todo a los países mediterráneos que son tan diferentes?
Creo que hay cosas que son reproducibles, como por ejemplo, la formación de los profesores. En Finlandia tienen una formación muy profunda sobre la psicología de los niños y sobre muchas pedagogías distintas. Allí, les enseñan a hacer su profesión, teóricamente y con la práctica, y al mismo tiempo se entrenan en clases reales. Asimismo, también se puede realizar un nuevo sistema que se base en la confianza y crear una relación entre los profesores y los niños. Hay un gran autonomía de los centros y eso creo que también podría exportarse.
Es llamativo el hecho de que el 70 % del consumo de alimentos proceda de pequeños agricultores. ¿Estamos realizando un malgasto del espacio y de los recursos de la Tierra?
Derrochamos muchísimo y al mismo tiempo no sabemos qué producimos. Casi el 30 por ciento de alimentos que se producen en el planeta se tiran antes de consumirlos. Para alimentar a los ganados talamos muchos bosques, lo que nos proporciona alimentos de carne desagradable. Podríamos producir lo mismo en superficies más pequeñas, dejando que la naturaleza esté tranquila, para que los ecosistemas puedan regenerarse. En los últimos 40 años hemos perdido el 50 por ciento de la población de mamíferos salvajes en el planeta. La última vez que tuvimos tantas especies que desaparecieron a una rapidez tan importante fue con los dinosaurios hace millones de años. Por tanto, no podemos seguir a este ritmo.
¿En qué cree que radica el éxito conseguido por el documental en Francia (donde ha sido un gran éxito de taquilla superando al oscarizado Amy) o en otros como Bélgica o Suiza?
Creo que la gente necesita esperanza y un proyecto para el futuro. Desde hace años todos se preguntan qué hacer y ven que las cosas van a peor, ante lo que no saben cómo reaccionar. La película propone un proyecto político y soluciones, y muestra a personas con las que podemos identificarnos. Hay tanta desesperanza en la sociedad francesa en este momento, que es como si fuera una especie de antídoto, una bocanada de oxígeno.
En la película podemos ver historias como la unión de los habitantes marginados con los ciudadanos en un pueblo de India, la lucha de los ciudadanos de un pueblo por la ecología en Reino Unido, entre otras. ¿Cuál es la historia que a usted más le conmovió?
Me enamoré de todas las personas que entrevistamos porque son seres humanos extraordinarios y todos tienen una historia genial, que me han emocionado por razones distintas. Cuando vi que los agricultores ecológicos producían diez veces más que los agricultores químicos, me quedé sin aliento. Entendí cómo se creaba el dinero, lo cual me mostró hasta qué punto es un escándalo. Asimismo, cuando fuimos a la India y vimos a esa gente que eran intocables o castas y que podían vivir juntos, me emocionó mucho. Podría decir lo mismo de todos los sitios en los que estuvimos.
¿Qué piensa de aquellas críticas que dicen que el documental es utópico?
Les diría que todo lo que filmamos existe. No decimos que sea la solución y que funcionaría en todas partes, simplemente hemos intentado mostrar a gente que hace cosas con éxito. Por tanto por qué es utópico, no nos estamos imaginando otro mundo. Mostramos una parte del mundo.
