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    Las 20 mejores frases finales de la historia del cine

    Sólo hay una cosa que mejore un desenlace impactante, y ésta es una última línea de diálogo que termine de hacer que una película pase a la posteridad. Recopilamos todas las frases que mejor han sabido clausurar una película.

    Para que una película trascienda es prácticamente imprescindible que su final quede en el recuerdo, y atendiendo a este objetivo es muy importante que dicho final tenga una frase que lo identifique: una simple línea de diálogo que dé carpetazo a la trama, y además consiga que se nos quede un buen sabor de boca. A lo largo de la historia del cine no ha habido casi ningún desenlace impactante que no se viera acompañado igualmente de una línea memorable, y tras seleccionar las 20 mejores frases con las que comenzar una película, en SensaCine hemos querido recopilar las que las finalizaron del mejor modo posible. Si quieres conocerlas todas, no tienes más que seguir leyendo... aunque cuidado, podrías encontrarte con SPOILERS.

    Universal Pictures

    20: "No siento otra cosa que gratitud por cada instante de mi estúpida e insignificante vida. No tienen ni idea de lo que les hablo, seguro, pero no se preocupen: algún día la tendrán" (American Beauty, 1999)

    Con estas palabras finalizaba el espléndido drama de Sam Mendes, puestas en boca de su narrador y protagonista Lester Burnham (Kevin Spacey) justo después de ser asesinado por el atormentado personaje interpretado por Chris Cooper. El momento era duro y hasta injusto, puesto que Lester había hecho un largo camino en pos de darle un gran cambio a su gris vida, y moría justo cuando, por primera vez en años, se sentía feliz. Sin embargo, su inspirador monólogo hablando de toda la belleza que había experimentado hasta el momento cambiaba la percepción del espectador, y redondeaba una obra irrepetible.

    Warner Bros.

    19: "Sin lugar a dudas, me había curado" (La Naranja Mecánica, 1971)

    Nuevamente, una voz en off clausura una obra maestra, pero en este caso de un modo más inquietante. Alex DeLarge (Malcolm McDowell) había sido sometido a un tratamiento inhumano para erradicar su propensión a la violencia y, al salir al mundo exterior, sus semejantes habían aprovechado su nueva naturaleza para despreciarle y casi acabar matándolo. Al final del filme de Stanley Kubrick, Alex se encontraba en un hospital medio muerto y rodeado de los medios de comunicación para, de una manera muy cínica, afirmar haberse curado, y que su terapia había sido todo un éxito.

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