Se podría hacer una serie sobre cómo se hizo Aquí no hay quien viva, pero no sería una comedia, sino un thriller al estilo 24. Imaginad la escena por un momento: un motorista, corriendo por las calles de Madrid a toda velocidad, a las diez menos cuarto de la noche, con una cinta de vídeo en el maletero que contenía el episodio de la serie que se tenía que emitir quince minutos después. Nadie de la cadena lo había visto, pero lo acababan de terminar de editar en ese momento. Si pasaba cualquier cosa (un atasco, un accidente, lo que sea), no había episodio. Y ese era el menor de sus problemas.
Aquí, aquí, aquí no hay quien ruede
Si las temporadas 1 y 2 de la serie ya fueron tan frenéticas y caóticas que provocaron que Loles León (que, además, quería justamente una subida de sueldo) se marchara con viento fresco, la tercera fue un auténtico dislate. No solo Jose Luis Moreno alargó, por su cuenta, la temporada (que pasó de 14 episodios a 333), sino que, además, los guiones llegaban a cuentagotas, fruto del perfeccionismo extremo de Alberto Caballero: a veces, los actores grababan media secuencia sin saber cómo iba a continuar, o rodaban dos planos finales, uno subiendo las escaleras y otro bajándolas, porque nadie sabía cuál iba a ser la siguiente escena.
A veces, un mensajero podía llegar a las 2 de la mañana a casa de los actores, que acababan de llegar del plató, con un guion que tenían que aprenderse para las 7 de la mañana, porque les tocaba volver a rodar. Otras, citaban a personas con horas de antelación que tenían que matar el tiempo. Otras, se les hacía tan tarde que llegaban a rodar juntas de vecinos a las 4 de la mañana con una Mariví Bilbao que se caía de sueño y tenía que ir frase por frase porque era incapaz de memorizar sus partes.
Tal y como cuenta Esther Díaz en TikTok, todo voló por los aires porque los Caballero querían todo el rato a más, e introdujeron nuevos escenarios y exteriores, más complejos de rodar. El equipo (cámaras, iluminadores, etcétera) no aguantaba el ritmo y había un cambio continuo, mientras que los guionistas y la directora tenían un día libre al mes, lo que les acabó dañando en la vida personal. Por suerte, nadie notó nada desde casa y la serie pasó a ser un hito televisivo sin igual. Pura cuestión de suerte.