"¡Dónde está mi villano!". Los dibujos de hoy se pasan de cuquis y tres psicólogas infantiles te cuentan por qué y sus posibles peligros

Salimos de dudas sobre el motivo que ha llevado a la proliferación de series de animación con ausencia de personajes 'malos' y un excesivo carácter educativo.

Después de preguntarme por qué a mi hijo de seis años le fascinan los villanos de las películas y las series de televisión, me asaltó otra duda: por qué cada vez son más las ficciones destinadas a los más pequeños en las que no aparece ningún personaje 'malo'. Esta cuestión surge tras varios años de consumo 'obligado' de programación infantil en los que he conocido a personajes tan variopintos como una cerdita parlanchina, un equipo de aviones que reparte paquetes por medio mundo, dos adorables y traviesos cachorros carlinos, una niña que cura a sus juguetes o unos duendes y hadas que "habitan entre nosotros". Sí, me refiero a Peppa Pig, Los Super Wings, Bingo y Rolly, Doctora Juguetes y Ben y Holly. Las series que se han convertido, sin querer, en mis nuevas referencias televisivas.

Mientras tarareaba alguna de las melodías y canciones de estas y otras series animadas de la actualidad, me paré a pensar en que en los dibujos que veía cuando era una niña y en todos los que recuerdo (Los pitufos, La aldea del Arce, Los Fruitis, Delfi y sus amigos...) había un enemigo al que se enfrentaban los protagonistas. Entonces, pensé que ahora no es así y que hay un gran número de series en la que todo es bonito y todo es felicidad. En definitiva, donde todo está orientado a educar al público infantil.

Mamen Jiménez, psicóloga y escritora de Amor con Ojeras 50 sombras de mami (Lunwerg) y Gustirrinín (Minis); Esther Jiménez García, especializada en psicología clínica basada en la evidencia y terapia de tiempo limitado; Sara Guerrero Cano, psicóloga sanitaria experta en atención temprana y trastornos psicológicos en la infancia y la adolescencia, y Vincent Sourdeau, vicepresidente y director general de Disney Channel en España y Portugal, nos dan su visión sobre esta tendencia y nos ayudan a comprender por qué ese afán por mostrar un mundo 'ideal' a los niños y niñas menores de seis años.

"Existe una predisposición a mostrar a los más pequeños una realidad más positiva del mundo a través de los dibujos. Esta tendencia puede ser utilizada para evitar el conflicto en los contenidos y los perfiles de personajes más oscuros", explica Sara Guerrero. Este hecho no sólo provoca "la distorsión de su realidad", sino también "la de los adultos", ya que "sin darnos cuenta estamos generando una visión errónea del entorno". Esto influye directamente en el "desarrollo adecuado de las herramientas personales y estrategias sociales" de los niños para saber "abordar las diferentes situaciones que se les presentan" y, como consecuencia, pueden ocasionarles "dificultades tales como falta de autoestima, gestión de las emociones, baja tolerancia a la frustración…".

Esther Jiménez considera que, "más que un mundo perfecto", las series de animación de este tipo  "desarrollan una visión del mundo de colaboración" en el que se "plantean pequeños retos o problemas que sus protagonistas resuelven usando las habilidades que poseen entre todos y pidiendo ayuda". Pero ese mundo idílico no es el único ejemplo social para este tipo de espectadores. Mamen Jiménez nos recuerda que "los más pequeños tienen diferentes fuentes de información" y destaca que "la más potente es la que tienen en casa o en sus amiguitos y compañeros". Por este motivo, cree que, "a pesar de que reciban mensajes por una vía", tienen otras en las que "poner a prueba esos mensajes".

Desde casa les ayudamos a tener las herramientas necesarias para afrontar, comprender y gestionar los mensajes que reciben del exterior. De ahí la importancia de que los padres estemos ahí de un modo consciente [Mamen Jiménez, psicóloga y escritora]

La amplia oferta de canales infantiles ha contribuido al aumento de esta clase de contenidos y, entre ellos, es curiosa la elevada cifra de series dirigidas a la primera infancia, todas ellas cargadas de connotaciones educativas (Bubble Guppies, Henry, el monstruo feliz...). ¿Significa esto que los niños reciben ahora un exceso de información educativa o por el contrario estas ficciones tratan de suplir alguna carencia?

En términos generales, Vincent Sourdeau no cree "que se haya incrementado el volumen de series con fines educativos". Por el contrario, Jiménez apunta que en los últimos años "la tendencia ha sido que todo tenga que tener una finalidad educativa explícita; no sólo los dibujos, [sino] también los juguetes". Y el objetivo de esta decisión es "fruto de la idea de que debemos potenciar a tope el desarrollo de los peques y nos hemos vuelto un poco locos con ello". Aquí, la psicóloga hace una llamada de atención al reconocer que "es necesario que no dirijamos tanto las cosas, que les dejemos espacio para que sean ellos los que busquen usos, lecturas y establezcan conclusiones".

Los niños aprenden de muchas formas, y no es necesario que todo lo que les ofrezcamos sean instrumentos didácticos ex profeso [Mamen Jiménez, autora de '50 sombras de mami' y 'Gustirrinín']

En la misma línea, Esther Jiménez añade que la sobrestimulación no tiene por qué ser algo bueno para su desarrollo. "Los niños aprenden ciertas cosas mediante la observación, [pero] aprenden mucho más haciendo"Debido a esto, "los esfuerzos de los programas por hacer a los niños interactuar con preguntas" pueden llegar a caer en saco roto porque "no se pueden comparar con el juego [del niño] tanto solo como acompañado". En resumen, "la televisión proporciona estimulación audiovisual, pero el mundo real estimula todos los sentidos, las interacciones sociales y los lazos afectivos entre muchas otras cosas, algo que, de momento, una pantalla no puede ofrecer".

Sara Guerrero va más allá y reconoce que la proliferación de estas series, al igual que el desarrollo de todo el material educativo que existe, no sólo está dirigido a los críos, sino también a los padres. "Somos más conscientes de que la educación es una herramienta necesaria y eficaz para que las personas tengamos una vida más plena y de que las enseñanzas que nuestros niños y niñas adquieren durante su infancia marca su personalidad y la forma de relacionarse con el mundo". La psicóloga sanitaria defiende que las series puedan ser una herramienta educativa. No obstante, no pueden ni deben suplir el papel de ningún padre y/o madre. "No podemos dejar en otras manos el crecimiento personal y emocional de nuestros hijos".

Somos ejemplo y modelo 24 horas al día y el contexto más favorecedor para aprender habilidades sociales son las relaciones personales, el juego al aire libre con otros niños y niñas... No a través de las pantallas [Sara Guerrero, psicóloga sanitaria experta en atención temprana]

¿Y los villanos?

Además de su función educativa, Peppa Pig, Ben y Holly, Doctora Juguetes y Bingo y Rolly tienen otro denominador común: la ausencia de villanos en sus tramas. "Es cierto que hay bastantes series así, pero la tendencia general es que siga habiendo series con 'malos estereotipados y extremos' (siempre son malos y siempre pierden)", matiza Mamen Jiménez, que también enfatiza que, aunque existan series que no tienen "un villano evidente, [estas] suelen mostrar conflictos morales o situaciones que implican que los protagonistas se cuestionen su conducta".

Guerrero reconoce que la decisión de no incorporar personajes a los que los protagonistas deban enfrentarse puede deberse, en parte, a que el público objetivo de este tipo de contenidos "tiene un desarrollo básico del lenguaje y sólo es capaz de procesar instrucciones simples". "Una serie en la que aparece un villano que genera miedos en el niño", prosigue, "no va a fomentar su desarrollo. Más bien va a generar emociones en él y probablemente no entenderá que lo que está viendo en la televisión no es real". Además, la psicóloga nos invita a que analicemos "el rol de los villanos en los dibujos animados" porque "podemos encontrar numerosos estereotipos como, por ejemplo, los acentos diferentes". "Aunque pueda parecer mentira, puede ser una fuente de prejuicios generada desde la primera infancia que no beneficia a nadie en la sociedad". Lejos de que la ausencia de villanos sea perjudicial, esta experta en atención temprana y trastornos psicológicos en la infancia lo ve como algo positivo. "Los niños observan y copian los comportamientos de aquellos que admiran" y, por tanto, es más adecuada "una programación basada en la colaboración de los personajes, el respeto y los comportamientos sociales para fomentar este aprendizaje en los más pequeños".

Mamen Jiménez expone las opiniones de unos y otros y concluye que vivimos en una época un tanto contradictoria. "Efectivamente, hay cierto buenismo en los productos que se elaboran para niños". Pero, al mismo tiempo, alerta sobre la otra cara de la moneda. "Nos encontramos con peques, muchos, muchísimos, a los que se les permite el acceso a material audiovisual que no es para nada apropiado para ellos. Pero su formato, como videojuegos -aunque sean PEGI 18- hace creer a las familias que es adecuado [...] Es importantísimo que los padres conozcamos qué ven nuestros hijos porque ha de ser adecuado en forma y contenido a su edad (contenidos violentos, sexuales, etc)".

Esther Jiménez tampoco cree que deban incluirse villanos en las series animadas porque con ello se consigue protegerlos. "¿Qué necesidad tiene un niño pequeño de temer a la oscuridad porque el monstruo que ha visto en la película va a venir a por él? Ninguna", apunta la psicóloga.

Proteger a los más pequeños es cuidar de ellos a la vez que les dejamos explorar y crecer sin olvidarnos de mantener conversaciones a medida que van surgiendo nuevos conceptos [Esther Jiménez, especializada en psicología clínica basada en la evidencia y terapia de tiempo limitado]

Protección o sobreprotección, ésa es la cuestión

¿Estamos entonces sobreprotegiendo a los niños al ocultarles una parte de la realidad? Para Esther Jiménez, "no es lo mismo sobreproteger que proteger". Pero sí que está de acuerdo en que algunos títulos pueden "ser un reflejo de la sobreprotección de la que estamos siendo testigos creando realidades perfectas". Guerrero, a su vez, responsabiliza en parte a las familias de esta forma de actuar que, según ella, "implica generar en los niños y niñas una realidad paralela en la que no existe sufrimiento de ningún tipo ni en materia de esfuerzo ni de conflictos ni como frustración [...] Creemos que protegiendo a nuestros peques de los aspectos más negativos del mundo estamos ayudándoles a generar la felicidad plena". Pero nada más lejos de la realidad. "Ocultar el lado negativo del día a día y del mundo en general es un gran error [y lo único que se consigue con ello es que] los niños y niñas no puedan desarrollarse de manera íntegra y global en todas las situaciones de la vida".

Las palabras de Sara Guerrero dejan entrever que dar una visión maniqueísta de la maldad puede resultar igual de dañino que presentar personajes extremadamente bondadosos. "La realidad está compuesta de grises y es algo que nuestros peques deben aprender si queremos que adquieran una visión más adaptada. Es importante enseñarles lo que puede ser maldad (el hecho del disfrute a través del sufrimiento del otro) y lo que puede ser rebeldía, enfado o impulsividad".

Se trata de que entiendan que las personas a veces nos comportamos bien y otras no tan bien y que todo esto tiene unas causas [Sara Guerrero, psicóloga sanitaria]

El límite entre la bondad y la maldad

Pero, ¿desde qué edad pueden ser conscientes de los conceptos del bien y el mal? Mamen Jiménez quiere dejar claro que "los niños viven el sufrimiento desde que nacen y desde bien pequeños son conscientes de ello. Por este motivo, considera fundamental el hecho de "ofrecerles una buena educación emocional desde casa para ayudarles en ese complejo camino que es aprender sobre las emociones, sobre cómo gestionarlas y sobre cómo vivir en un mundo social en el que van a tener que interactuar con otros".

La también escritora explica que se considera que "los peques antes de los dos años ya distinguen lo que está mal" y afirma que "hay estudios que indican que ya desde los seis meses los bebés pueden hacer 'juicios morales' sobre la conducta de los demás". De ahí que considere esencial "prestar atención a su educación emocional desde bien pequeños". Y una de esas formas, reconoce, "es a través de películas o dibujos en los que aparezcan situaciones de este tipo", pero siempre "viéndolas con ellos, hablando de ello, estableciendo un diálogo para ver qué ideas tienen al respecto", sobre todo a raíz de que empiezan a hablar porque "son capaces de expresar cosas alucinantes".

Esther Jiménez hace un apunte y comenta que el desarrollo cognitivo en los niños "tarda bastante en alcanzar ese concepto tan abstracto de lo que es el bien y el mal". En esa línea, "los más pequeños entienden el mal como aquello que genera consecuencias negatıvas para ellos mismos y no entienden el concepto de intencionalidad. Creen que algo está mal porque su entorno refleja consecuencias negativas ante esos comportamientos". Para explicarlo, pone como ejemplo una situación hipotética entre los perritos protagonistas de Bingo y Rolly. "Imaginemos que Bingo rompe 15 tazas accidentalmente y Rolly un plato con la intención de llamar la atención. Lo que los niños de tres años entienden aquí es que el malo es Bingo ya que las consecuencias de sus actos son mayores". Esta forma de ver estos dos conceptos tan abstractos cambia a medida que van creciendo y empiezan a ser más conscientes "de que los términos bueno o malo son mucho más complejos".

Sobre esa edad o momento en el que empezamos a diferenciar estos dos aspectos, Sara Guerrero matiza que "no se trata tanto de un tema de edad como de un tema madurativo". En ese sentido, Guerrero explica que lo ideal es "seguir determinados criterios para guiarnos a la hora de exponer a los niños a determinadas series", aunque considera que "si lo hacemos desde el acompañamiento podemos destacar aquellos aspectos que nos parezcan poco realistas o en los que queramos incidir expresamente por su componente educativo". Por otro lado, también es muy importante ofrecer los contenidos a medida que los menores van cumpliendo años. 

Pasamos de negarles una cara de la realidad a mostrarla directamente -pasar de ver Dora, la exploradora a Ninjago, por ejemplo. Esto les genera una compresión dual y básica [por su simplicidad] sobre la maldad, así como la consideración y distinción entre personas buenas o malas [Sara Guerrero, psicóloga sanitaria]

Partiendo de esa base, e independientemente de si es una serie con o sin villanos, la función de los adultos es mostrar a los más pequeños que lo que ven en la televisión es mera ficción y que son mundos imaginarios bastante alejados de la realidad. "Las ficciones televisivas tienen un componente lúdico y de entretenimiento como principal objetivo", recuerda Sara Guerrero. Es ese componente "el aliado" que "pueden utilizar los padres, madres y educadores" para "acompañar a los niños y niñas en su aprendizaje y servirles de guía a la hora de mostrar la realidad que se nos presenta".

Esther Jiménez también está totalmente de acuerdo con el hecho de que sean los padres los que hagan ver a los niños que las ficciones no son un fiel reflejo de la sociedad. "La inocencia acerca del mundo televisivo puede ser una fuente de problemas de comportamiento y de decepción al darse cuenta de que la realidad no es como en las pelis". Mamen Jiménez llama a esa inocencia "pensamiento mágico", etapa que normalmente se desarrolla "entre los dos y los siete años" y que es el responsable de que los niños "crean a pies juntillas que existe Papá Noel, los dragones o los superhéroes".

A pesar de hacerles ver que lo que sucede en su serie favorita dista bastante de lo que ocurre en la vida real, es indudable que los niños tienen idealizados a los protagonistas de esas ficciones y van a imitar algunos aspectos de su conducta o comportamiento. Para Sara Guerrero, "el riesgo" radica en el "etiquetado" que pueden generar estos personajes -los llamados arquetipos. "Etiquetas que, en ocasiones, sin ser conscientes de que las construimos cuando definimos algún personaje, a cualquier niño y niña pueden llegar a funcionar como una losa, tanto si son negativas como si son positivas". En ambos casos, continúa, "nos encasillan en roles que nos limitan. No podemos juzgar ni etiquetar a nadie en función de su comportamiento [...] Los peques pueden tener la creencia errónea de que sólo son válidos cuando se comportan de determinada manera, normalmente de aquella que es alabada por los adultos [...] Debemos trasmitir un mensaje de amor incondicional: seas como seas y te comportes como te comportes, vamos a quererte siempre".

Además, como indica Mamen Jiménez, no siempre todo es tan impecable como parece. Puede que Peppa Pig parezca una serie 'muy blanca' en cuanto a contenido, sí, pero su protagonista "es envidiosa, mandona... su padre es un despistado, su madre una controladora... y no pasa nada [...] Los peques también tienen momentos de envidia, celos o de querer que se haga lo que ellos quieren".

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