Cada cuatro años, en invierno, un bosque de montaña sobre el lago Aegeri en Suiza cobra vida con nieve, hielo, sudor y el ruido de las motosierras. Durante tres meses, se tala madera de forma manual, en un trabajo duro pero sostenible que la tecnología no ha logrado reemplazar.
Los habitantes eligen conservar esta tradición, priorizando el vínculo con la naturaleza sobre la comodidad. Más que una labor, el corte de la madera se convierte en un evento cultural, símbolo de resistencia, identidad y respeto por el entorno.