Lluís vive encerrado en sí mismo, incapaz de expresar sus emociones, como si su alma se hubiera vuelto piedra. El paisaje que lo rodea (acantilados, grietas, abismos) refleja su interior fragmentado. Cuando Claudia llega a Cadaqués, una chispa de vida y deseo irrumpe en su rutina, despertando sensaciones que creía olvidadas.
Sin embargo, unas misteriosas luces que solo él percibe lo confunden y lo inquietan. ¿Son un trastorno de la vista o una señal de algo más profundo? Entre la realidad y la visión, Lluís se enfrenta al vértigo de sentir de nuevo.