Maite vive dedicada a su hija Nerea y a su negocio de mariscos en un vivero natural excavado al borde del acantilado junto a su casa. Su vida, austera y disciplinada, gira en torno a esos dos puntos, hasta que Nerea le dice a su madre que quiere mudarse a Barcelona para estudiar arte.
Este primer paso a la independencia tan deseado por su hija, cambia por completo la estabilidad emocional de Maite, que siente que puede hacer caer su mundo. Madre e hija tienen que enfrentarse a deseos opuestos que desafían su relación y su futuro en común.