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    La teta y la luna
    Críticas
    2,5
    Regular
    La teta y la luna

    Turgencias y flatulencias

    por Diana Albizu

    Como clausura a la Trilogía Ibérica que había iniciado con 'Jamón, jamón' (1992) y 'Huevos de oro' (1993), Bigas Luna dio rienda suelta a las asociaciones simbólicas entre lo elevado y lo escatológico, lo espiritual y lo gástrico, que ya eran práctica común de su estilo. Aunque probablemente 'La teta y la luna' sea la entrega más floja del ciclo, todavía aporta imágenes fundamentales en la filmografía del cineasta catalán, como la del pecho de Mathilda May soltando un chorro de leche sobre la boca del niño protagonista, Tete (Biel Durán).

    Que Tete esté obsesionado con las tetas es sólo una muestra del nivel epidérmico de las relaciones que maneja Bigas Luna en la película, rica en la repetición de elementos entre lo lácteo, la fractalidad flatulenta de la coliflor, la impotencia sexual masculina y la redondez femenina, el poder erótico de las lágrimas, etc. Pese a la inevitable sensación de repetición, el director crea con gran cercanía y verosimilitud el microcosmos del cámping a donde llega una pareja de artistas franceses que revolucionan la vida del protagonista. Puede que no sea su momento más inspirado, pero desde luego es una película a recuperar y, algo muy notable, que sabe cómo manejar con dignidad ensoñaciones y elementos de realismo mágico.

    A favor: Tiene una de las mejores composiciones de Nicola Piovani como banda sonora.

    En contra: Está muy por debajo de sus predecesoras.

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