¡Qué locura es Martyrs! Esta película es, sin duda alguna, una obra maestra irrepetible. Y cuando digo irrepetible, lo digo en el sentido más profundo y desgarrador de la palabra. Pascal Laugier, el director, no solo ha creado una de las experiencias más perturbadoras y violentas que se han visto en la historia del cine, sino que ha logrado hacer algo mucho más grande: ha tocado los rincones más oscuros del alma humana, dejándonos con una sensación de terror existencial que es, simplemente, sublime.
Lo primero que te atrapa es la brutalidad con la que se presenta la historia. El cine de terror moderno rara vez se atreve a ir tan lejos, a mostrar esa violencia cruda y visceral sin ningún tipo de filtro. Y ahí está Martyrs, sin miedo, desafiando los límites del cine convencional. Pero no es solo violencia por el simple hecho de causar incomodidad (que la causa, y de qué manera), es que todo tiene un propósito: cada escena de tortura, cada grito desgarrador, está ahí para arrastrarte más y más hacia una realidad que parece casi demasiado horrible para ser cierta. Es el dolor físico de los personajes el que se convierte en el vehículo para explorar algo mucho más profundo, algo sobre la humanidad, el sacrificio y la desesperación.
Y luego está la historia, que es un viaje hacia la oscuridad del alma. A través de Lucie y su búsqueda de venganza, descubrimos un giro que no solo cambia el rumbo de la película, sino que redefine lo que entendemos por horror. La revelación final es de esas que te dejan sin aliento, y cuando crees que ya no puedes soportar más, Martyrs te da un golpe final, tan profundo como el más profundo de los abismos. Es imposible no sentir que todo lo que has visto tiene un propósito mucho mayor que solo asustarte. Hay una reflexión filosófica aquí que no se encuentra en muchos filmes.
Si el cine de terror fuera solo sobre sustos baratos y efectos especiales vacíos, Martyrs sería la excepción que demuestra que se puede hacer terror profundo, cerebral, que toca fibras invisibles de nuestro ser. Es una obra que no se olvida, que se queda contigo días después de verla, atormentándote. Y esa es la magia del cine: ser capaz de crear algo que, en su oscuridad, se convierte en algo hermoso.
No me malinterpreten, Martyrs es absolutamente brutal, perturbadora, y sí, te va a hacer sentir incómodo, como un buen terror debería hacerlo. Pero también te obliga a mirar la miseria humana cara a cara, a enfrentarte a esa parte de ti mismo que preferirías no ver. ¿Y eso no es lo que hace a una película una obra maestra? Al final, es un filme que redefine el género y deja una huella indeleble en tu mente.
¿El remake de 2015? Olvídalo. Lo que Martyrs logra es algo que ni siquiera la versión estadounidense, por mucho presupuesto que tuviera, pudo captar. Así que, si tienes el valor, sumérgete en este universo. Pero no digas que no te advertí: esta es una de esas películas que te marca para siempre. Y eso, mis amigos, es lo que hace a Martyrs una obra maestra irrepetible.