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    McNulty
    McNulty

    612 usuarios 72 críticas Sigue sus publicaciones

    2,5
    Publicada el 30 de enero de 2011
    Hombre, yo más bien poco, y después de ver este documental probablemente menos. Resumiendo la cosa: libelo sobre misticismo cuántico basado en testimonios de físicos, doctores e iluminados. Con este batiburrillo poco o nada puede aclararse de verdad, toda vez que la tendenciosidad es visible y el montaje de las informaciones se nos antoja fundamental para demostrar las supuestas tesis que aquí de defienden, caso de la polémica sensibilidad del agua supuestamente demostrada mediante los cristales fotografiados de Massaru Emoto. Dicho lo cual, el documental sí cumple la función de generar una serie de interrogantes que tarde o temprano cada quisque acaba formulándose a poco que se interese por el sentido de su vida, las opciones que la determinan y el polvoriento final que a todos nos aguarda. ¿Qué es la realidad? ¿Es real la realidad? ¿Está ahí fuera la realidad o es algo así como un holograma neural generado por el cerebro del observador? ¿Hay uno o múltiples universos conviviendo simultáneamente en el espacio-tiempo? ¿Podemos generar de forma consciente manifestaciones provenientes de la realidad cuántica? ¿Existe Dios? Y así podemos continuar preguntándonos ad infinitum, porque tras el visionado de esta cinta, que además juega con una ficción ilustrativa interpretada por la solvente Marlee Matlin (Hijos de un dios menor), estas y otras cuestiones no sólo no se habrán despejado sino que habrán aumentado en cantidad e intensidad, lo cual me parece sumamente positivo teniendo en cuenta que el objetivo inicial consistía precisamente en reducir su número y la incertidumbre que comportan y comparten entre sí. Tras haberla disfrutado con aprovechamiento, desbrozando críticamente todo el material expuesto y quedarte en tu fuero interno con los enigmas planteados y algunas sugerencias verdaderamente interesantes (la crítica a la religión dogmática, la adicción a las propias emociones, la incertidumbre en el mundo cuántico o el necesario cuestionamiento del positivismo cientificista), conviene recuperar COSMOS de Carl Sagan y exprimirla de principio a fin. Puede hallarse coincidencia en algunas de las preguntas esenciales que se lanzan al intelecto del atónito, curioso y abrumado espectador, pero no así en la rigurosidad con que se abordan las explicaciones ofrecidas al mismo desde dos aproximaciones que se nos antojan diametralmente opuestas.
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