Chaplin concibió ese personaje inmortal identificado con su propia persona, un Charlot que, según algunos teóricos, reúne las creaciones más universales del espíritu humano: el judío errante, Prometeo, Don Quijote y Don Juan. Chaplin era un poeta de la imagen, y su obra sigue siendo no solo una referencia en el ámbito del Séptimo Arte, sino que además se impone como un icono definitivo de crítica social corrosiva y genialmente cómica.
Casi un siglo después de su estreno, “Tiempos modernos” sigue siendo tan relevante y conmovedora como entonces. El genio teje una crítica social esencialmente satírica con su inigualable capacidad, creando una experiencia profundamente reflexiva en torno al frenético mundo de la industrialización, donde el pequeño vagabundo lucha por mantener el ritmo en una cadena de montaje, un símbolo moderno perfecto de la deshumanización del trabajo. Chaplin utiliza su maestría en la comedia física, el “slapstick”, para transformar la opresión en una deliciosa coreografía física gracias a escenas tan memorables como la del aparato de “auto-alimentación” o su involuntaria introducción en una máquina repleta de engranajes que lo engulle para construir una metáfora perfecta de la citada sumisión a un mundo incomprensiblemente automatizado.
"Tiempos Modernos" es también (cómo no) una tierna historia de amor y compañerismo entre el vagabundo y una joven huérfana (interpretada con encanto y naturalidad por Paulette Goddard). Su búsqueda de un espacio vital en un mundo que parece rechazarlos de forma sistemática es el objetivo emocional de la cinta. A través de sus desventuras, Chaplin vuelve a explorar magistralmente asuntos tan universales como la pobreza, la injusticia social y la resiliencia del espíritu humano. La escena final, con ambos personajes caminando de la mano hacia el horizonte, es un epítome de esperanza y optimismo, un poderoso recordatorio de que, incluso en los tiempos más difíciles (los modernos), la conexión humana es lo que realmente importa.
Filmada en una época de creciente cine sonoro, Chaplin se atrevió a mantener el silencio en gran parte de la película, confiando en su virtuosismo para comunicar emociones y narrar una historia. Cuando el diálogo finalmente aparece, lo hace de manera ingeniosa y esporádica, como en la famosa canción sin sentido del vagabundo, que es un triunfo de la actuación y la pantomima.