Érase una vez en Anatolia

El cineasta turco Nuri Bilge Ceyland (Lejano, Los climas, Tres monos), nos ofrece de nuevo una película en la que vuelven a estar muy presentes los paisajes de su país de origen, en esta ocasión los de la península de Anatolia. En el corazón de las estepas, en una vasta área rural de esta tierra, un asesino de nombre Kenan (Firat Tanis) y su hermano (que padece algún tipo de retraso), intenta guiar a un equipo de policías hacia el lugar en el que, un tiempo atrás, enterró el cuerpo de su víctima. A lo largo de este extraño viaje, que será más complicado de lo que en principio creían, comenzarán a surgir una serie de indicios acerca de lo que ocurrió realmente. Todo se complicará por la inexactitud de las pistas del sospechoso, que declara que durante el incidente se encontraba ebrio y no es capaz de recordar lo que ocurrió.

La fuerza expresiva del espacio abierto, con ese atardecer amenazador y la posterior noche cerrada y tormentosa que aplasta los cuerpos de los personajes, son las señas de identidad de una película basada en los silencios y en unos diálogos cotidianos que nos acercan a un horror imperceptible que se esconde en el interior del relato.