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Lourdes L.
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3,0
Publicada el 30 de abril de 2014
Infierno en la tierra, pesadilla de hogar, tortura familiar, asedio de sentimientos y emociones atroces que conviven con la persona día a día y van carcomiendo su interior cual virus maligno que se alimenta de tu esencia más inocente y vulnerable; un frío y distante progenitor que lo impregna todo con su maldad más recóndita, frustrante ineptitud sensitiva y emocional que contamina con su presencia cualquier posibilidad de una digna y estable existencia. Una familia destrozada por el desbarajuste anímico y estado desequilibrado de sus miembros, por la desesperada necesidad de un amor paterno solicitado pero nunca hallado que devora sus existencias cual demonio que busca saciar su perversa y oculta hambruna nunca satisfecha. Billy Bob Thornton realiza un trabajo sensible y delicado de intensidad tenue y sutil, una tensión y adrenalina perceptible que inunda el espacio e impide el sano respirar pero que no logra explotar sus variantes más dramáticas e intensas: una historia con muchas posibilidades de drama, opciones profundas de conflicto y estallido emocional escogiendo el actor-director responsable de la misma la versión más suave y ligera de todas las posibles. Es un buen relato aunque liviano y fugaz, inconsciente levedad que no permite profundizar en unos interesantes personajes cuya variedad permite crear un juego más activo y perspicaz; calibración media por un único y breve momento espontáneo de humanidad y proximidad familiar cuyo motor enajenado que lo pone en marcha es súbitamente interrumpido con consecuencias terribles para quienes se atrevieron a aliviar su mente y alegrar su desamparado corazón. Un melodrama de tintes dispersos, nulidad afectiva ocasionalmente aliviada pero de resultados trágicos y terribles bien rodado, actuado y relatado, un compendio suficiente pero no completo; la nave se mueve azarosamente, se tambalea exhibiendo sus palpables y venideros peligros pero el anunciado oleaje del alterado mar no logra derivar su inexpugnable fortaleza, no permite observar ni sentir su explosión interna.