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    Enemy
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    Enemy

    Imágenes del otro

    por Israel Paredes

    Durante el brusco, enigmático y abierto final de Enemy, de Denis Villeneuve, comienza a sonar "After the Lights Go Out", tema de The Walker Brothers, cuyo título y letra resultan reveladores con respecto a lo que hemos visto, pero también sobre aquello que puede acontecer después y que, evidentemente, no sabremos. Resulta casi irónica la elección de esta canción, la cual sigue sonando durante los créditos finales sobre las imágenes aéreas de la ciudad.

    Y resulta irónico porque no sabemos si hemos asistido a una pesadilla o esta comienza a partir de ese momento, si lo narrado se ha desarrollado en el plano mental del protagonista, Adam (excepcional Jake Gyllenhaal) o, incluso, en el de Anthony (Gyllenhaal también), en el plano real, en ambos o en una mezcla imposible entre ambos. En verdad, poco importa, salvo para quienes quieran tener todas las respuestas. Enemy es una obra abierta, llena de piezas por descifrar, como bien indica la cita que abre la película, sacada de la novela de José Saramago de la que parte de manera libre Enemy, "El hombre duplicado", y que a su vez pertenece al "Libro de los corintios: El caso es un orden por descifrar". Así es Enemy: un puzle narrativo perfectamente construido que, curiosamente, avanza de manera lineal, muy clara, pero que juega a la disonancia, como su magnífica banda sonora, creando varios planos narrativos que acaban confiriendo forma al conjunto.

    El trabajo visual de Villenueve es excelente, con un cuidado en las imágenes prodigioso, atendiendo a cada plano, jugando con el fuera de campo y con la fotografía, creando un ritmo tanto narrativo como musical inquietante, buscando una narración sensorial, apelando a los sentidos para transmitir mediante las imágenes no solo la narración argumental, sino también unas sensaciones. La aparente frialdad, el distanciamiento del cineasta frente al material, no ocasiona que el espectador acabe alejándose o desinteresándose, sino todo lo contrario, logra que nos introduzcamos en el juego que plantea sin saber nunca por dónde irá. Porque son muchos los elementos que Villenueve pone en juego: el aburrimiento y el sentido cíclico de la vida contemporánea, los patrones de dominio de la sociedad actual (las clases del comienzo son clave para seguir algunos de estos elementos), el matriarcado (daría mucho de qué hablar la presencia femenina en Enemy, convertidas las mujeres en tarántulas…), los problemas de identidad, el deseo de ser otro, de encontrarlo y convertirse en él, la ciudad como laberinto arquitectónico y de asfixia (la manera de rodar del cineasta canadiense los planos de la ciudad y los edificios es sorprendente, consiguiendo que las vistas aéreas o los planos de edificios acaban alzándose tanto como personajes así como vehículos narrativos: la aglomeración visual y su laberíntica constitución acaban acompañando tanto a las paranoias del personaje como una representación de su propio aturdimiento)... Y está, aunque parezca menos relevante, el tema de la imagen: la imagen de uno mismo, la imagen del otro, la imagen cinematográfica. Porque Villenueve asume Enemy como un reto narrativo a través de las imágenes, siendo los diálogos escasos aunque relevantes, pero dando prioridad a un montaje, tanto visual como sonoro, excepcional, sensorial como apuntábamos anteriormente, que acaba fascinando. Y cabe destacar la gran composición de Gyllenhaal, quien da identidad y personalidad a los dos hombres mediante un cambio basado en el lenguaje corporal, en sus movimientos, sin necesidad de más. Pura interpretación de un actor que ha entendido que el cuerpo es un elemento narrativo más que trabajar, que la forma de andar de dos personajes con la misma fisionomía, por ejemplo, es suficiente no solo para diferenciarlos, sino también para identificarlos.

    Con claras resonancias al cine policíaco norteamericano de los setenta, Villenueve ha creado una obra especial, diferente, que tiene todo para fascinar aunque también para irritar a quien no entre en sus planteamientos de principio a fin. Y si bien es cierto que al final la película pierde algo de fuerza, también lo es que en su conjunto estamos ante una obra portentosa con imágenes inolvidables que produce perturbación e inquietud.

    Lo mejor: las dos interpretaciones de Gyllenhaal, el trabajo visual de Villenueve, la banda sonora...

    Lo peor: Que habrá muchos espectadores que no sean capaces de entrar en el juego propuesto por el cineasta.

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