Opiniones sobre Amor en su punto

Amor en su punto es la típica comedia romántica, que trata de lo fácil que resulta enamorarse y de lo difícil que es conseguir que sea duradero. Peor aun cuando son dos personas completamente distintas en sus planteamientos vitales. Oliver es un irlandés criado al lado del campo fútbol del equipo de su padre, un hombre de tradiciones que guisa un estofado de apariencia poco apetecible. Pero a Oliver no le gusta el fútbol, ni los guisos de su padre, de pequeño leía revistas gastronómicas a escondidas y ahora, de adulto, su vida es sofisticada y lujosa. Una mezcla entre un Billy Elliot culinario y el cocinero Jamie Oliver, no creo que el nombre del protagonista sea casual. El encanto natural de Richard Coyle y su sentido de la comedia hacen que nos guste su antipático personaje.
Por su parte, Bibiana es una extranjera, que llegó al país siguiendo al hombre del que se había enamorado y con el que acaba de romper. Ella es idealista y comprometida, busca el sentido de la vida y se siente atraída por opciones de vida alternativas, decide hacerse vegetariana y colaborar con un grupo activista. Curiosamente los planteamientos de ella son más propios del norte de Europa que de la cultura española y se muestra muy bien su personalidad contradictoria y llena de contrastes siendo capaz de apreciar la belleza en un cuadro taurino de Goya, sentir pasión por el jamón serrano o preocuparse de como mueren los animales en las granjas, sin dejar de ser coherente. La frescura y dulzura de Leonor Watling hacen brillar a su personaje.
A pesar de cumplir con todos los requisitos del género y ser una tradicional comedia romántica, se las apaña para desmarcarse de los convencionalismos y ofrecer un producto digno sin tener que recurrir a los clichés habituales del género. Algo que queda muy bien representado en la imagen que se muestra de Dublín, huyendo de las postales habituales para turistas, para mostrar una ciudad cálida de paseos junto al río y encantadoras callecitas donde es imposible no enamorarse. El resultado es una película de bonita factura técnica, con buen ritmo, romántica sin llegar a ser empalagosa, entretenida y disfrutable.

Cómprate rosas, golosinas, una cocacola, un bocadillo..., lo que sea para entretenerte mientras miras la película porque ésta tiene tantos altibajos, tantos virajes chocantes que no sabes si decir que te ha gustado, que ha estado bien o menudo fraude, menudo potingue acabo de tragarme; porque para ser una película donde se habla tanto de comida y de gusto aromático, de exquisitas delicias culinarias, ésta tiene tan poca gracia y chispa, tan pobre sabor que se olvidaron de codimentarla como era debido, de crear una oferta gastronómica que sólo con su exquisitez olfativa despertara tu insaciable deseo de amor y romance; y, al menos, cuentas con Leonor Watling, un aire fresco y ligero que cubre las escenas magníficamente haciéndole un enorme favor a Richard Coyle siendo el toque digno que vale la pena. Nada más empezar, nada más sentarte a la mesa te das cuenta de que la película escogida no será para tanto, que el restaurante elegido no ha sido el mejor de la ciudad ni el más conveniente para disfrutar de una cena deliciosa pero, bueno, ya está tomada la decisión, vamos a ver qué sale; luego vienen las idas y venidas de platos tanto sosos y torpes como decentes y gustosos, un menú destartalado y flojo que no encuentra una continuidad satisfactoria, escenas tontas, débiles y de poca credibilidad que se intercalan con otras de mayor calado emocional aunque, te consuelas porque sabes que el remate de un gran postre, un delicioso último plato final puede decantar tu opinión hacia babor o estribor, salir con una suplente sonrisa que compense todo el visionado o con cara de incredulidad por un acabado final tan torpe y esquivo como todo lo demás; adivina hacia dónde se decanta la bola, el resultado de la encrucijada! Un argumento que sólo tiene algunas partes motivantes, trozos exiguos cuyo engranaje no rueda como debería no satisface, no contenta la torpeza del propio guión, el tropiezo de un escrito que no queriendo seguir la estela prototipo de una comedia romántica melosa y empalagosa ofrece una fingida madurez que nunca alcanza del todo, pretendida mayoría de edad que no eclosiona pues querer alcanzar las tres estrellas Michelín cuando cuentas con ingredientes poco concluyentes y escasa imaginación para combinarlos es meterte en un berenjenal del que es imposible salir contento. Porque, si como dice el protagonista, el amor es como las palomitas que te compras en el cine que mientras dura la película devoras a tutiplén, a manos grandes y boca llena que no aprecia su sabor ni valora su contenido hasta que tus dedos tocan el fondo del bol y se dan cuenta de que no queda ninguna y entonces extrañas su compañía, lamentas su fin y te das cuenta de lo poco que apreciabas lo rápidamente perdido..., cómprate el tamaño grande y asegúrate de que termine antes la película que la fantástica compañía de unas buenas y pringosas palomitas dulces -o saladas, según sea tu gusto-; por suerte sólo son 87 minutos de largometraje, si te concentras y esfuerzas..., es posible conseguirlo!!!

No quiero ser cruel pero hacia tiempo que no me aburria tanto con una pelicula que petardo!
Vale mas el mandil y la taza que sorteais que la pelicula.
(Por eso participo ;) )