Crítica de SensaCine.com para Star Trek: Más allá: Volver a empezar

Hace siete años, J.J. Abrams reinició el universo cinematográfico trekkie con una nueva encarnación que rejuvenecía a la tripulación de la Enterprise, desligándola casi por completo de las aventuras catódicas (los diez primeros filmes fueron versiones de lujo de las peripecias de los personajes originales y posteriormente de la Nueva Generación). La de Abrams fue una apuesta arriesgada, pero con Star Trek y Star Trek: En la oscuridad consiguió crear una nueva mitología que bajo la atenta mirada del Spock de Leonard Nimoy contenía el pathos necesario para que nos encariñáramos del nuevo Kirk, Spock y cía. en solo dos entregas y sin serie previa. Ahora bien, tuvo que pagar un peaje: las quejas de los trekkies más integristas, críticos con el hecho de que la nueva saga fuera, según ellos, poco fiel al original. Pues bien, justo el año en que se cumple el cincuenta aniversario de Star Trek (la serie televisiva se estrenó en septiembre de 1966), los responsables del reboot han decidido regalar a esos -y al resto de- fans una de las películas basadas en el universo creado por Gene Roddenberry más fieles al espíritu de la saga primigenia. Eso es lo que ofrece Star Trek: Más allá, un divertimento pulp que detrás de su aparente aire desprejuiciado, funciona como un vibrante canto a la camaradería y al espíritu de equipo –algo cien por cien trekkie.

Simon Pegg, el nuevo Scotty de la Enterprise, lo avisó hace meses. Se iba a encargar de guion y de que el nuevo Star Trek estuviera cercano en intenciones al emitido por la NBC de los años sesenta. Y así ha sido. Ya sin J.J. Abrams en la dirección y con la entrada de un Justin Lin algo despistado (las escenas de acción son un verdadero galimatías, indignas de una producción de este tipo. Menos mal que esta vez lo que realmente importa son las relaciones entre los personajes), la franquicia se ha atrevido a romper el molde de las dos entregas anteriores, facturando un relato menos épico donde los pequeños conflictos dramáticos son lo más interesante de la función. Los deseos de Kirk y Spock de abandonar la Flota Estelar (el primero por hastío y el segundo para construir un nuevo Vulcano), y su incapacidad a la hora de compartir sus desvelos; el valor del trabajo en equipo para conseguir vencer la amenaza del villano Krall (irreconocible Idris Elba), una vez que este haya destruido casi por completo la Enterprise. En ese apartado la relación entre Spock y el doctor McCoy se lleva las mejores líneas de diálogo. Un toma y daca constante entre dos personajes antitéticos que se ven obligados a colaborar para seguir con vida, y que hace pensar en un par de vaqueros cascarrabias de buen corazón protagonistas de un western crepuscular; o el poderoso personaje de la alienígena Jaylah, una mujer guerrera y casi hawksiana que toma sus propias decisiones y será clave para liberar a la tripulación capitaneada por Kirk.

Como decíamos antes, es una pena que el sabio libreto de Pegg, un regalo que el reparto ha sabido aprovechar, imprimiendo carisma, chispa y nervio a las palabras escritas por el actor británico, venga acompañado de la torpe realización de Lin. Más aún cuando este había mostrado una pericia contrastada en esto de filmar escenas de acción; ahí están sus cuatro aportaciones al imaginario de Fast & Furious. Quizás preocupado por buscar una perspectiva novedosa a esas secuencias (casi abstractas en su concepción debido a una planificación desastrosa que saca por momentos al espectador de la historia), el director de El desafío se haya perdido en el camino. Con todo, hay alguna set piece destacable. La mejor se produce en la parte central del filme con la famosa teletransportación de fondo, y tiene como protagonistas a Kirk, Jaylah, un salto acrobático y una motocicleta vintage.

A favor: la química existente entre todo el reparto, el personaje de Jaylah y los homenajes a los Beastie Boys, Leonard Nimoy y Anton Yelchin

En contra: lo mal resueltas que están las escenas de acción