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    Yves Saint-Laurent
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    Lourdes L.
    Lourdes L.

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    3,0
    Publicada el 24 de septiembre de 2014
    En teoría he ido a ver la vida del diseñador Yves Saint Laurent desde sus inicios en 1958 cuando entra a trabajar para la casa Dior hasta el 2002, año de su agotada retirada intentando ser obsequiada con el deslumbre de un genio de la moda, artista genuino de la inspiración creativa cuya batalla personal y obsesiva era vestir y embellecer a la mujer.
    En la práctica, lo que he visto es el camino al infierno de un joven tímido, elegante y frágil, de gran dependencia emocional y talento que inicia su andadura por la senda del alcohol y las drogas y que finaliza desbocado sin control, estabilidad y en evidente ruina afectiva.
    ¡Qué las dos personas vayan dentro del mismo hermoso cuerpo!...., no lo dudo, ¡qué he echado de menos conocer más al soberbio, imponente modisto revolucionario de las pasarelas, del estilo, la belleza y del glamour!..., cierto sin equívoco alguno.
    Porquer resalta con mayor fervor los viajes al paraíso marroquí del desenfreno, el vicio y el desmadre que el desfile de vestidos auténticos cedidos por la fundación que lleva el nombre del airoso dibujante, porque observo con rotundidad el cambio de personalidad de este inquieto maníaco depresivo pero no siento con pasión su obvio y manifiesto talento, la desbordante garra y sutil espíritu de este característico creador, porque puedo perdonar un relato ofrecido a flashes, cabegramas dispersos sin narración expectante pero no la falta de indagación y profundidad en el rico e intenso contenido pues pasa ligeramente, sin apenas enterarse por la relación familiar, la importancia de Argelia, la crisis del reclutamiento, su vanidad y presuntuosidad, el ambiente de trabajo, su caótico proceder, su espontánea ruta inspiradora, su tenso miedo existencial, su contínuo desfallecer..., centrándose casi en exclusiva en su homosexualidad y en su relación desgarradora con su pareja y socio de empresa que, no me parece mal si fuera la martir historia de un anónimo de andadura gratuita por el sufrimiento y el dolor pero..., si utilizas un nombre representante -incluso para ignorantes de la moda- de poderío y hechizo, marca insigne respetada y admirada dentro del círculo de arte al que pertenece, el espectador quiere ver y disfrutar del Zidane de la moda, encontrar a Gilda, reina del descaro y la estética seductora y, en cambio, únicamente halla a un Maradona perdido, venido a menos con una historia más que corriente y común en la cinematografía de la gran pantalla y..., por nada del mundo debía ser corriente ni común este creador e innovador que sigo sin conocer después de esta película.
    Correcto estilismo, adecuada puesta en escena, un aceptable revivir el París y ambiente de la época, un protagonista de meritorio parecido físico que esfuerza su interpretación con las armas que le conceden pero poco brío en la relación de los personajes, poco desparpajo en la muestra de las influencias tormentosas, excesivo antagonismo serenidad/calma-frenesí/locura de la pareja amorosa, poco ímpetu en la fragancia del protagonista, en el aroma de su inteligente inventiva, magnificencia que vive de una estética que se desinfla conforme se avanza hacia el interior.
    El relato de un ingenuo e inexperto joven de futuro espléndido que inicia su andadura por las cloacas, la inmundicia y los bajos fondos de la autodestrucción, bien..., ahora..., unido al suntuoso nombre de Yves Saint Laurent..., ¿qué demonios has realizado Jalil Lespert que no se vislumbra al genio y figura, que no quedas hipnotizado por los trazos de este virginal artista ni fascinado por lo que debería ser una historia apasionante, turbulenta y de goce esperado?
    Su hermana de encomienda Coco Chanel brilló, lució y eclipsó al personal en su desfile por la pasarela del Séptimo Arte, Ayrton Senna maravilló en su vertiginosa carrera de aceleradas perfecciones..., tú ofreces una explosiva, sublime y exquisita banda sonora por su excelente oportunidad de aparición, elegancia y porte en las formas, una historia poco novedosa de calado tibio -si no es por la peculiar identidad del protagonista-, interrumpidos cortes escénicos de montaje espaciado en el tiempo, una historia de amor-odio y supeditación agónica que vive más de la imagen y estética que de la emoción, fuerza y garbo..., en definitiva poco ruido, escaso trueno, ninguna tormenta para la adrenalina vigorosa de este enamorado de los retales, el cupido del vestir e innovar.
    Estoy por leer una biografía de este magnífico artista en el manejo de los lápices y habilidoso de las agujas para espolvorear el poco sabor degustado en una mesa de exquisita presentación pero comensal poco sabio ni mañoso en la preparación de los supuestos suculentos platos para este manjar de 5 estrellas que se queda en tres pobres tenedores de gratitud escasa.
    ¡Pereza, vulgaridad, conformismo, normalidad no parecen ser las señas de identidad de este virtuoso delineante!
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