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    Good Kill
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    Lourdes L.
    Lourdes L.

    126.651 usuarios 920 críticas Sigue sus publicaciones

    3,0
    Publicada el 12 de septiembre de 2015
    La guerra, que nunca debe ser, ya no es lo que era; se hace a escondidas y con engaños.
    Que al principio de una historia te pongan "basado en hechos reales", siempre le da prestigio, solidez a lo narrado, sea esto cierto o no, se acerque a la realidad de lo ocurrido o se aleje de ella; en esta ocasión, tenemos una verdadera historia de terror, de pánico envolvente por lo que está en juego y la gélida práctica que en ella se realiza, con el ambiente necesario para volverse obsesivo, loco y perder la noción de lo correcto, justo o sensato, sensación de parque de atracciones, para tiradores voluntarios, con el respaldo de esa lealtad al cuerpo y obligación de cumplir las órdenes a pesar de la cuestionable procedencia, legitimidad o moralidad de las mismas.
    Escenografía de pasos repetitivos, secos, sin calidez ni esencia, cual mente hueca y estéril que debe ejecutar/jamás pensar, en un escenario frío, austero y postizo, de corte y pega en pleno desierto caluroso de Las Vegas donde, atraviesas una puerta y eres un piloto, que no pilota aviones, pero sí dispara al blanco, en esas largas sesiones de jugar a los marcianitos con reales personas, vidas eliminadas -justificadas o no- que se acumulan en el cajón de la memoria, la cual, por mucho que quiera olvidar, parece no poder con ello.
    Porque "una vez los has visto, ¿cómo haces para dejar de verlos más?", dilema insuperable que parece llevar consigo la quema del alma y la destrucción de uno mismo ya que, cuando el discurso oficial y patriótico, de lavado interior para que la razón no sufra ni de problemas con incómodas preguntas, no funciona, no se siente, ni consuela por tiempo más ¿qué queda?, uniforme de alas y estrellas, de paga fija y existencia acomodada y confortable, para un espíritu destrozado y calcinado que se aferra a un cielo y vuelo que nunca más volverá a realizar pues, le necesitan como ejecutor de la inmundicia que el propio gobierno delega a terceros.
    Guerra a distancia, a través de pantalla, se acabó el cuerpo a cuerpo en campo de batalla -¡qué fastidio para Chuck Norris!-, se elimina el riesgo, se reducen las víctimas y se evapora la conciencia de ofensiva contra hombres, mujeres y niños de carne y hueso, sólo son imágenes que, una vez abierto el permiso de ataque, desaparecen tras 10 segundos de media por impacto.
    Ethan Kawke, intenso, agónico y comedido en combinación serena y potente de los tres adjetivos al tiempo, vuelve a colaborar con Andrew Niccol en este thriller dramático, agudo e inteligente que aborda el uso de drones para la lucha bélica en una sentimiento, perpetuo y continuo, de aversión por la intimidad de uno para con su conciencia y remordimientos, esa repugnancia por lo que se hace que se queda en la personal cárcel de claustrofóbica presencia, ardua y perenne, aniquiladora, gota a gota, a pesar de vivir en vastos y abiertos terrenos de libertad, luz y aire.
    "Good kill", buen tiro, objetivo a cumplir, exhibido con lentitud de maniobra y pausa de andadura para inquietar al pensamiento por su desgarradora armonía, escasez de distracción, punto fijo en el trance de pulsar un maldito botón, sólo la hermosa fotografía desértica, de testigo apaciguado, de quien convive en un infierno que se cuece, a fuego lento, con munición efectiva y precisa.
    Sin incidir demasiado en discursos propagandísticos, expone la situación, narra la rutina, cuenta, con franqueza repulsiva, la barbarie que ocurre a miles de kilómetros de distancia, dirigida desde barracones acondicionados con esa rotundidad, angustia y pavor de lo visto y pertrechado en apenas segundos, letal catatónica mirada de quien está cuadrado, robotizado, serril y dudoso de sus actos.
    Película para pensar y reflexionar, para involucrarse con la opinión propia y seguir impactada tras ella, comando de dioses dictadores, con la ley y el poder de su lado, que hiere, impresiona y deja huella.
    No es tan impresionante ni abrupta como hermanas similares que han abordado el tema militar y su desparramada contienda con mismo enfoque y denuncia, ni tiene esa acción deslumbrante que caracteriza y define a las mismas, pero es agresiva y eficaz dentro de sus devoradores silencios, de su ira taciturna, de su violencia oculta, de su atrocidad y cobardía nunca confesada, pero siempre presente, como voraz demonio que no descansa.
    Hipnótico y cautivador Ethan, que a cada elegido trabajo se supera para placer y disfrute del espectador fan, muy clara, sobria y concisa la dirección de Andrew, su guión opta por la escasez de pronunciación, movimiento y decorado, pero es tajante y rotundo en su mensaje y contenido, aducida rigidez y nervio que, al igual que la tortuosa caja donde se llevan a cabo las deleznables matanzas, por fuera parece sosa, aburrida e inofensiva pero, por dentro, en su sensible y sentido corazón, es tensa, doliente y escalofriante.
    Terror lícito, legal horror invaden la atmósfer ay cortan la respiración; indigesto que complace, engorro que satisface.
    cine
    Un visitante
    3,5
    Publicada el 28 de octubre de 2015
    En Estados Unidos hay material de sobra para producir películas de guerra o basadas en ella. Tanto en producciones independientes como en realizaciones de mega productoras, ni los grandes directores se han mantenido lejanos de hacerse cargo de algún trabajo bélico, siempre sometidos al juicio del público sobre las intenciones por plasmar una u otra visión. Y es que la guerra siempre será un tema que dividirá, al menos, a dos fracciones de la población.

    Ahora es el turno de Andrew Niccol, quien se aleja de la ciencia ficción tras “Gattaca” (1997), “Simone” (2002), “In Time” (2011) y “The Host” (2013) para dirigir “Good Kill” (Máxima Precisión), un drama que retrata la historia del Mayor Thomas Egan (Ethan Hawke), un militar de la fuerza aérea norteamericana que, contra su voluntad, ahora ejerce como controlador de aviones de guerra no tripulados, también conocidos como drones, que sobrevuelan el Medio Oriente eliminando a cualquier sospechoso de terrorismo –civiles incluídos- desde una cabina en un recinto militar en Las Vegas, a miles de kilómetros del objetivo.

    Si bien no está basada en un hecho verídico particular, la realidad nos indica que desde el atentado a las torres gemelas bajo el Gobierno de George W. Bush y aprobada su continuidad por Obama, el uso de drones se ha convertido en la guerra del futuro, un arma imprescindible y certera que aún sobrevuela cielos sirios mientras escribo estas líneas. Niccol apunta a este tema y lo aborda desde una posición bastante neutral, centrándose en el drama humano que le significa a Thomas Egan pasar horas encerrado, acabando con la vida de “terroristas”, abuelos, mujeres y niños, como el mejor videojuego de shoot ‘em up, cargando con la culpa de sus ejecuciones, con su deseo de volver a pilotear, y la carga de esto al final del día al regreso a casa, junto a sus hijos a quienes poco ve y a su mujer (January Jones), cuya relación se cae a pedazos.

    La expertiz del director es evidente en el manejo y la conducción de las emociones de sus personajes a lo largo de toda su filmografía. Esta vez, vuelve a confiar en Ethan Hawke para cargar con todo el peso dramático de la cinta, como un veterano de guerra hastiado de su presente y que vive a punto de estallar en llanto por los muertos que carga sobre sus hombros. La eterna dicotomía del militar norteamericano, plasmada en innumerables ocasiones en el cine, donde el carácter y patriotismo desatado se enfrentan a la pesadilla de la guerra cuando cierran los ojos, es tema recurrente y, en “Good Kill”, el histrionismo y talento de Ethan Hawke da sus mejores resultados.

    Desde el Capitán Willard en “Apocalypse Now” (1979) hasta Chris Kyle en “American Sniper” (2014), el desequilibrio mental y el ocaso psicológico que significa llevar una vida dedicada a las armas y convivir de la mano con la muerte, en muchos casos de inocentes, este tipo de historias se han esmerado en contrastar esa dura realidad. “Good Kill” lo hace de manera sutil, con correctísimas actuaciones y una historia de lento transitar pero muy bien estructurada.

    El juicio moral y las banderas no se extrañan en “Good Kill”. Las menciones al actual presidente de los EEUU y su permisividad con el tema, las ironías hacia el sector más republicano, o la mención que Vera Suarez (Zoë Kravitz) hace al preguntarse “desde cuándo nos hemos convertido en Hamás” son sólo algunos de los reclamos entre líneas que el director instala, aunque sin parcializarse hacia ningún arista.

    El Estado de Guerra “de Prevención” como justificativo para una atrocidad sin nombre es lo que “Good Kill” nos presenta, con un drama personal como excusa. Una cinta que resulta a ratos monótona pero que sobrevive gracias a la claridad de su mensaje y las sobrias interpretaciones, poniendo a Zoë Kravitz como el personaje racional que le viene a devolver la humanidad perdida a Egan, a January Jones como la familia desbordada por el tedio y la incomunicación, y a EEUU como el malo de la película, no así al ejército y su personal, que para el país del norte seguirán siendo unas víctimas más del despreciable terrorismo.
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