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    Sexo fácil, películas tristes
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    Lourdes L.
    Lourdes L.

    1.814 usuarios 101 críticas Sigue sus publicaciones

    3,0
    Publicada el 5 de julio de 2015
    Cuando la inapetencia por la vivencia rutinaria aplasta la inspiración de la recreación animada.
    Un autor se mueve entre su vida y la vida de su obra, entre su realidad ordinaria y la fantasía de sus creaciones; en este caso, interesa y apetece, mucho más, la vida del autor que la de su obra; ¿bueno o malo?, ¿mejor o peor? pues según se vea o enfoque.
    Siempre se ha dicho que las películas son para ilusionar y soñar, que los relatos evocan esa perfección de inicio y final, con pequeñas trabas, apenas insignificantes, por el camino que no se tienen en la cotidiana existencia, esa magia efervescente que todo lo puede, que combina opuestos con maestría sensacional, que aplaca los fallos y vaivenes al acto, que perdona los errores con la dulzura de una mirada, la belleza de un gesto, con ese esmerado discurso final de amor único y eterno y, por supuesto ¡el beso!, ese contacto labial de abrazo fuerte, alegría corporal y cierre espléndido que te deja con ese maravilloso sabor de boca de bajar el telón a tiempo y obviar los desastres de la mañana siguiente, la repetición de la otra, la desgana de la convivencia, el atropello de la confianza, los martirios y desvelos, el conflicto matutino y la inevitable llegada de la declaración de guerra...,
    ..., sin embargo, de todas todas, te quedas con todo lo último, con el suplicio de las relaciones, con el resquemor de la infidelidad, el anhelo de la pérdida, el recordatorio de la ingenua creencia, la mezcolanza por el ayer, la ruindad del hoy, con el destroce anímico, con la agonía de una actualidad en parada que no sabe avanzar, ni se decide a elegir ni sabe cómo hallar la musa que le despierte de su letargo estancado que impide construir la sinopsis de su obra y su vida.
    Porque, aunque vayan a la par y el escritor refleje su estado interior en los personajes que crea, vive y siente como propios, aquí interesa Pablo Diuk, aquí seduce el extraviado novelista con su barba dejada, sus acostumbradas canas y sus gafas de inteligencia no apreciada, simplemente enamora Ernesto Alterio, maduro, atractivo, sensible, auténtico y expuesto sin armas ni protección, sencillez espléndida de una interpretación absorbente, cálida y veraz de quien es un hombre intentando seguir travesía con sus reveses, dudas, miedos y desquicios de no tener guión previo que dictamine qué hacer, qué decidir, qué decir en el momento oportuno para así poder terminar con ese ardiente "kiss and happy the end".
    "¿Por qué la vida no funciona como las películas?", pregunta que mueve la introducción a la subsistencia de este machacado guionista encargado de escribir una comedia romántica cuando su propio presente está yéndose al garrete, desastre que revierte a través de las penurias y accidentes que hace experimentar a sus invenciones, terapia contra el dolor y la cotidiana exasperación que no alcanza un alto grado de consistencia ni fervor, ni entusiasmo o admiración, al contrario que todo el encanto que desprende este sufridor Harry, que perdió hace tiempo a su Sally, y que aún así, con ese pesimismo contiguo, debe inventar para escribir, continuar y encontrarse; credibilidad en el protagonista/vigor en la pareja que esconde en su cabeza -estupenda frescura la de Quim Gutiérrez y Marte Etura- todo un "versus" donde sabes con certeza adivinada sus movimientos y estratagemas, tanto del melodrama de uno como del romance de los otros pues, como indica en su introducción, si tienes los elementos claros, su principio y final, sólo cabe rellenar de contenido su centro, combinación diestra donde evitar caer en el cliché del que, la misma historia dentro de la historia, se ríe y burla.
    Trabajo que consigue con medias tintas, atrapa y convence el primero/falta de rontundidad y fuerza en el otro, relato que apenas se sostiene como crítica mordaz a las tontas y vacías cintas románticas; Alejo Flah sabe sacarle todo su potencial al inventor de historias pero deja cojeando a la historia que crea su mente pensante, su trabajo oculta sus debilidades y se mantiene a flote gracias a la habilidad y arte de los actores participantes, gran atractivo que sin duda alguna reduce sus reparos y aumenta tu cariño por ella.
    ¿Què significa ello?, que entregas tu inclinación y apego a las creaciones en su expectante apertura para ir cediendo y desequilibrando la balanza hacia el respeto, aprecio y devoción por quien es su creador, a esa autenticidad de la realidad que le da escenografía; no alcanza un alto grado de euforia, no bulle con gran pasión ni exhibe una fuerza arrebatadora pero ¿quién lo necesita?, es agradablemente honesta, eficazmente natural y fantásticamente sentida; absorbe con deleite comedido, de plenitud media que no logra su máximo, la crítica irónica de las películas de amor que se desarrollan dentro de un trágico dilema existencia de insignificancia por su propio trabajo actual, sigue la absurdidad de su desfile, de su patético patrón establecido y que se besen, ¡nadie quiere más!
    Quien seduce es el portador de la pluma en sus manos y las buenas ideas en el congelador, en parada neutra, de ahí que se sirva de una baratija comercial de romance al uso, sin sentido ni convicción, para entretener y cobrar al fin de mes, metáfora aguda de como funciona este género explotado en demasía donde la calidad, hace tiempo, se vendió y sustituyó por la cantidad, ¡así hemos quedado!
    Aunque, ¿no tiene todos los géneros, ya sea romance, comedia, drama o acción, su pefil de pasos estandar determinados de antemano, preconcebidos en molde genérico que se sigue al pie de la letra? No es malo conocer los puntos fijos a atravesar, lo difícil es hacer que estos seduzcan, apresen y envuelvan el ambiente de la conocida ruta de esplendor, delirio y pasión.
    Todo un placer volvernos a ver, Ernesto Alterio.
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