Amor sin cita previa, aunque ¡no la necesita! pues su verdadero nombre es ¡man up! -hombre que se arma, se endereza-, de modo que, dejémonos de traducciones tontas y ¡absurdas!
A veces, simplemente, te topas con una buena película; tan fácil y natural como eso.
¿Y sabes lo difícil y complicado que es eso hoy en día?, y más aún dentro del género de la comedia -si especificamos comedia romántica ¡ya ni te digo!-, donde la mayoría se mueven dentro de un prototipo estándar, calcomanía de célula repetitiva de la que no se mueven un ápice y, tampoco se molestan en perfeccionarla o contribuir a su mejora.
Pero, gratamente, en esta ocasión tenemos un argumento con personalidad propia que se crece conforme avanza, ritmo risueño y ligero, de verbalización incesante, que tiene la osadía de esconder inteligencia discursiva e ironía gramatical entre sus sentencias, ¡mira por dónde!; alguien, en concreto Tess Morris, que se lo ha pensado, currado y matizado, a quien no le valía, ni se conformaba, con algo sutil, acaramelado y superficial y que, inesperadamente, presenta un guión ameno, sabio y placentero de ver y escuchar, que desde el primer minuto entra con buena sintonía para mantener su alegría, cordialidad y apetencia degustativa sin que disminuya, o baje el ritmo un momento, durante toda la travesía.
Cierto es que la elección de la banda sonora podría haber resultado más acertada para lograr la complicidad, fervor y unión desbordante del público, guiño que se puede obviar dada la frescura, jovialidad y entendimiento en pantalla de sus fantásticos actores protagonistas, Simon Pegg y Lake Bell, que rezuman simpatía, seducción y cariño de haberles conocido.
Ben Palmer ofrece una comedia de firma inglesa que, sin duda, lleva los rasgos, hechizos y encantos más prolíferos de la rica y sabia producción británica en cuanto a humor y comicidad; desparpajo comunicativo, ridiculez situacional, explosiva exposición emocional y digna actitud de entereza para afrontar los designios del camino, avatares humillantes, hilarantes, catastróficos y sentimentales, todo ello con la serenidad que se pueda según la situación y caso, un poco de todo, con arte, gracia y salero para componer una cinta que se deleita, se hace querer y se recuerda con bonanza y gozo de haber pasado un rato distendido, sabroso y divertido sin pedirlo ni pretenderlo.
“Quid pro quo”, una cosa por otra, relaciones imposibles entrada la cuarentena -treintena para el género femenino pues, en ellas, el reloj avanza más rápido ¡por lo visto!- que se convierten en tortura de primeras citas al encuentro con ese amor deslumbrante que consiga mitigar y olvidar la tortura previamente padecida, arriesgarse, entrar de nuevo en juego, pasar a la acción o quedarse al margen, observando, a salvo y protegida por ese montón de creadas teorías que corroboran, esa voz interior, que te asegura estar mejor sola, a tu aire y bola.
Deliciosa confusión de persona y nombre que permite desarrollar una historia festiva, de gesticulación incesante, de rostro humano y atrevimiento heroico del chico que corre a por la chica -toda comedia romántica debe cumplir dicho papel, ¡imperdonable! en caso contrario- que supera sus traumas y deja paso a la nueva oportunidad que llama, abruptamente, a su puerta.
Armonía de disparates, dicharachero escenario, torpeza de andadura y encuentros, y una grata noche que empieza con el pie equivocado, ampliamente eficaz se consume con agilidad y gusto, la digestión sienta de maravilla y su eco deja una sonrisa en tu rostro por tropezar con la sencillez óptima del resultado cuando se saben hacer las cosas, y esta habilidad se demuestra en su práctica.
Caótica en su discurrir, desmadrada en sus pasos, cinismo por bandera que deja paso a una sensibilidad por tramos, juerga de una noche loca donde se exhibe una encantada eficiencia de conjunto que deja aparcada, la vagancia de exponer príncipes y princesas falsos, y muestra el obstáculo emocional para entrar, de nuevo, en el mundo de las relaciones.
“No, I don’t know where I going, but I know sure where I’ve been, hanging on the promises in songs of yesterday, and I’ve made up my mind, I ain’t wasting no more time, here I go again..., here I go again...”, Whitesnake puede que no sea el más conocido y comercial fuera de su tierra pero, tampoco lo es esta genial comedia; déjate llevar de la mano y ¡disfruta!