Crítica de SensaCine.com para Stand by Me Doraemon: El gato que está triste y azul

Quienes hemos sido incondicionales de Doraemon, ese robótico gato cósmico del futuro afincado en lo que se diría la respuesta japonesa al vecindario Amblin (años antes de la Amblin, claro), nunca hemos faltado a las citas con sus tebeos, sus series televisivas y esos largometrajes que, a veces, llegaban a nuestras grandes pantallas occidentales. La manera en la que la fantasía, en todas sus modalidades y aspectos, se convertía en un elemento (mejor sería nombrarlo como gadget, siendo fieles al arsenal que el azulado robot saca de su marsupial bolsillo) fundamental en tramas cotidianas e inocentes, conferían a todo lo relacionado con Doraemon un encanto especial.

Esta última aventura presenta un aliciente extra que la hace alzarse de sus apariciones precedentes: la autoconsciencia, a ratos dotada de cierta tristeza y melancolía, sobre el paso del tiempo. Mientras que habitualmente el corpus de los largometrajes del personaje era muy verneniano (por Julio Verne: viajes espaciales, a islas misteriosas, a civilizaciones perdidas, al pasado etc.), en Stand By Me Doraemon se realiza una inusitada introspección sobre temas como madurar o crecer. Nobita (sobre todo él) enfrentado a una odisea con el ayer, el presente y el futuro dignas de las Fresas salvajes de Ingmar Bergman. Si en este párrafo de la crítica se han asustado, tranquilos: hay humor, odiseas, buen rollo, odas a la amistad, artefactos e ideas ci-fi de las que te enamoras y todo aquello que siempre ha definido a Doraemon. De hecho, la cinta es un homenaje/reciclaje de episodios clásicos y míticos, algo que ayuda a ese trasfondo grave que uno no se esperaría jamás en un anime para todos los públicos como este.

A favor: Que indague cosas que a Toy Story 3 sí que le aplaudimos.

En contra: Alguna voz invitada en el doblaje al castellano.