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    Ricki
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Ricki

    Madre rockera al rescate

    por Daniel de Partearroyo

    Jonathan Demme ha sido una presencia muy intermitente en la cartelera durante la última década, a pesar de que esté siendo una de las épocas más prolíficas de su carrera. La naturaleza heterodoxa de sus últimos trabajos –documentales musicales (Neil Young: Heart of Gold, Neil Young Trunk Show, Kenny Chesney: Unstaged), políticos (Jimmy Carter Man from Plains), sociales (I'm Carolyn Parker) ocorporativos (The New Yorker Presents), telefilmes (Light of Sight) y episodios de series de televisión (En cuerpo y alma, The Killing), etc.– ha contribuido a diluir su firma en el ecosistema audiovisual actual e incluso amenaza con limar los méritos de los que eran sus dos últimos largometrajes de ficción: las excepcionales piezas de cámara, drama gestual y diálogos La boda de Rachel (2008) y A Master Builder (2013), adaptación de Ibsen. Ahora Ricki ha devuelto la atención mediática sobre el oscarizado director de El silencio de los corderos en virtud de su protagonista, Meryl Streep, convertida en una rockera madura con las dosis justas de caricatura y ternura.

    Diablo Cody firma la historia de Ricki (Streep), líder de la banda de covers Ricki and the Flash, que toca en un bar de Tarzana (California), se gana la vida como cajera en un supermercado y se ve obligada a retomar el contacto con la familia que dejó atrás –marido (Kevin Kline) y tres hijos, ya adultos (Mamie Gummer, Sebastian Stan, Nick Westrate)– en Indianápolis. Ricki mantiene innegables lazos con el material habitual de la guionista, como la vuelta al no-hogar de la protagonista (Young Adult), su genuina celebración de la diferencia inocente frente a un mundo demasiado hipócrita para resultar apetecible (Paradise) o el buen tino para afiladas referencias pop. Además, el toque de Demme parece acercar la película al costumbrismo particular de algunos de sus primeros títulos, como Melvin y Howard (1980). Al fin y al cabo, se trata de una película de Jonathan Demme con actuaciones musicales en directo, tensos conflictos familiares pendientes de resolución y una boda; el material no podría estar en manos más adecuadas.

    Al final, Ricki es una comedia doméstica de superficie amable y trasfondo no demasiado profundo, pese a que trate temas tan complejos como los sueños matizados por la realidad, el abandono familiar, las rupturas sentimentales, el suicidio, la defensa de la identidad propia o la felicidad adyacente al conformismo. La realización desinteresada de Demme evidencia que estamos ante una película académica, con mucha menos implicación por su parte que La boda de Rachel o A Master Builder, pero donde disfruta filmando las actuaciones musicales en directo de Ricki and the Flash. Puede que, como les ocurre a ellos con su humilde banda de bar, la película no sea ningún logro artístico que merezca pasar a la historia de la música, pero demuestra tener la habilidad técnica y el carisma suficientes como para mantenerse sobre un escenario donde la originalidad no es lo que reclama el público.

    A favor: Los momentos más puntiagudos del retrato social de Diablo Cody.

    En contra: Es una adhesión menor a la filmografía del director, últimamente más exploratorio que aquí.

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