Crítica de SensaCine.com para Al límite: Vida y muerte en las calles de N.Y.

Tras perderse por el Tibet con Kundun, Martin Scorsese recurrió de nuevo a Paul Schrader como guionista (adaptando la novela de Joe Connelly) para rodar Al límite, película alrededor de Frank (Nicolas Cage), un conductor nocturno de ambulancia que sufre de un fuerte descontento personal, estresado, solo, abatido por la dureza del trabajo, que acaba obsesionándose por salvar la vida de alguien a modo de redención en una sociedad, y en una ciudad, amoral y decadente. En Al límite estamos de nuevo ante el (anti)héroe que Scorsese/Schrader han venido trabajando, juntos o por separado (sobre todo Schrader), desde Taxi Driver. Así, Frank es el prototipo de personaje que interesa a ambos: aturdido, paranoico, obsesivo, buscando una redención de insoslayable tonto religioso, a partir de cual trazar una mirada hacia la sociedad actual, o hacia una parte de ella. Es evidente que Al límite es la sucesora de Taxi Driver aunque sin la excelencia, repercusión y ambigüedad de esta. Una película en la que Scorsese deja volar todo su ingenio visual para crear una enloquecida, nerviosa y excesiva puesta en escena con la que transmitir la locura del personaje y de su entorno social y laboral. La concordancia entre fondo y forma es excelente aunque en ocasiones el espectador se sienta completamente desbordado, incómodo. Y es que Al límite es una película incómoda, inquietante, perturbadora, difícil.

A favor: El trabajo visual de Scorsese, el guion de Schrader, y lo incómoda que resulta ver Al límite.

En contra: Que carece de argumento en realidad y eso puede ocasionar un cierto distanciamiento para quien no comprenda que así debe ser.