Película inglesa del 2018, de una duración de 100 minutos, con una valoracion de 5/10, bajo dirección y guión de Andrew Niccol.
Han sido muchos intentos que tienen similitudes en su composición diegética. Ahora lo subraya todo, lo sobre explica, sin dejar espacio para que el espectador interactúe con su obra, rellenando los espacios sugeridos con su imaginación. En su última obra, Anon, vuelve a partir de una idea interesante que termina explotándole en las manos.
La idea principal de Anon, nos presenta un futuro sin privacidad ni capacidad para olvidar. Las personas llevan insertado algo que se denomina «ojo mental», a través del cual todos los recuerdos vividos quedan almacenados en una memoria virtual. Actúa a modo de disco duro al que se puede acceder en cualquier momento y compartirlo con los demás como en el sistema del bluetooth añejo, pero mucho más rápido.
Ese «ojo mental» que graba todas nuestras acciones, facilita enormemente la labor de la policía para investigar los pocos crímenes que se producen, ya que pueden acceder al cerebro de la víctima para descubrir quién fue al agresor. Cada persona es una cámara, no hacen falta drones ni otro tipo de vigilancia.
El protagonista de Anon está interpretado por Clive Owen, en un rol hecho a su medida. Es un inspector taciturno y solitario que cuando le vemos revisar en la soledad de su apartamento las imágenes de su hijo muerto. En su camino se cruzará una hacker, que interpreta Amanda Seyfried, capaz de modificar esos recuerdos e insertar otros falsos, poniendo en peligro todo el sistema. Sin que sea una idea original del todo (te van a venir a tu «ojo mental» varias películas), sí que me parece un buen punto de partida.
Niccol vuelve a filmar su futuro con las mismas armas. Una fotografía basada en el azul metalizado, una ambientación minimalista, unos personajes atrapados y atormentados… Todo ese envoltorio visual de Anon es tan apabullante como frío. La visión en primera persona es como una pantalla de ordenador. Constantemente aparece información de las personas con las que se cruzan y, aunque al principio despierta nuestra curiosidad, a los 20 minutos puede resultar agotadora.
Como casi toda la acción transcurre en la mente de los personajes, hay varias escenas donde los actores están en cuadro simplemente mirando al infinito, rodeados de datos que se sobreimpresionan en pantalla. Esa particularidad hace que el ritmo se vuelva plomizo y la puesta en escena se atasque en lo estático. Por eso, se agradecen los momentos donde los personajes deben moverse y evitar esa aburrida sensación de estar contemplando a alguien utilizando un videojuego. Hasta ver jugar a alguien al Heavy Rain, con el que comparte estilo visual, seguro que sería más entretenido (por cierto, se adquirieron los derechos para transformar algún día esta apasionante aventura gráfica en película).
Cuando esto pasa, Niccol se muestra efectivo y nos ofrece los mejores momentos de la película, como la persecución en el metro. No es suficiente para acrecentar nuestro interés, insertar un par de secuencias de contenido sexual o aprovechar el atractivo físico de Amanda Seyfried como una femme fatale de intriga policíaca.
Anon es un film de ciencia ficción escrito y dirigido por Andrew Niccol. Nos plantea un mundo distópico donde a través del «ojo mental» todos nuestros recuerdos quedan archivados y son accesibles. No hay privacidad ni capacidad para olvidar.
La película recuerda a muchas otras y la estética propuesta por el director también recuerda a otros de sus films más memorables. Tras un inicio que despierta nuestra curiosidad, su fórmula termina siendo agotadora. Ese planteamiento de situar la acción en la mente de los personajes, se convierte en un lastre para el ritmo de la película.
Un buen reparto encabezado por dos estrellas como Clive Owen y Amanda Seyfried, que cumplen con su cometido, no es suficiente reclamo para levantar un film con algunas buenas ideas, pero con un desarrollo un tanto tosco y previsible.