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    Gilda, no me arrepiento de este amor
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    Danybur
    Danybur

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    5,0
    Publicada el 17 de agosto de 2020
    Esta notable opera prima en la ficción de la documentalista Lorena Muñoz abarca desde los comienzos de la carrera profesional de Miriam Bianchi (luego Gilda) a sus 30 años, madre de dos hijos, casada, maestra jardinera de clase media de Villa Devoto, hasta su trágico final, anunciado por la misma película en su maravilloso prólogo.

    A pesar su carácter de filme tributo, y en realidad honrándolo, la descripción del periplo de la cantante de cumbia es honesto y sumamente completo. Aborda los inevitables cambios que su carrera le produjo a nivel familiar (las escenas con su marido Raúl, interpretado por Lautaro Delgado están muy bien narradas y uno no puede menos que compararlas con la pretenciosidad de Historia de una matrimonio, por ejemplo, donde ésta última sale perdiendo), el turbio mundo de la cumbia y su ascenso en el mismo de la mano de su arreglador y manager Toti Giménez (Javier Drolas), su propia historia familiar, sus canciones y perfomances. Y cómo termina reinando en un momendo que en principio le era ajeno.

    La dirección de Muñoz (también coguionista) es prodigiosa: los encuadres, la manera de cortar las escenas y de unirlas, la potencia y la iluminación de las escenas intimistas, el lugar en la trama asignado a las canciones sin reducirlas a la ilustración obvia, la puesta y factura técnica de las performances musicales, la sobriedad y discreción en el abordaje de lo relativo a sus fans (sin la más mínima concesión a la demagogia), la poesía con la que resuelve algunos momentos culminantes, los puntos ominosos acerca de su trágico destino. Hay por lo menos dos o tres planos secuencia tan logrados como justificados (ver ZONA SPOILER abajo).

    A medida que la historia sigue el crecimiento de Gilda, nunca dejamos de estar cerca de Miriam, pero cerca en serio y no a la manera de tantos biopics: nos ubica frente a un drama con suficiente peso específico propio, sin dejarse vencer por el remanido esquema ascenso-apogeo-caída



    Y dejo para el final la portentosa actuación de Natalia Oreiro, que brilla como actriz y cantante, dotando a su personaje de una humanidad y un carisma arrasadores. Obviamente, ella es la que canta todos los temas de Gilda (con varios de los músicos de la banda original de la cantante), decisión que curiosamente fue cuestionada en su momento por algunos fans que pretendían que la actriz se limitara a hacer un playback. Se agradece la firmeza de la directora y de la producción, dadas las características de film tributo de Gilda...

    En suma, Gilda, no me arrepiento de este amor se trata acaso de la mejor biopic musical (o biopic a secas) del cine argentino, trascendiendo el subgénero merced a la virtuosa dirección de Lorena Muñoz, al logrado balance entre vida pública y privada del personaje del guión y a la extraordinaria actuación de Natalia Oreiro.



    spoiler: ZONA SPOILER Destaco dos maravillosos planos secuencia: el incial, con la cámara ubicada sobre el féretro de la cantante y otro en ocasión de una celebración de Año Nuevo, que comienza con Oreiro en el baño de su casa, la acompaña hasta el jardín de la misma y luego vuelve con ella al baño; y ni hablar de cómo la actriz lleva adelante todos los cambios de ánimo de esta maravillosa escena.
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