Dos músicos de jazz, Joe (Tony Curtis) y Jerry (Jack Lemmon), presencian accidentalmente la Masacre del Día de San Valentín en el Chicago de los años 20, y se ven obligados a huir de la ciudad para salvar sus vidas amenazadas por el capo de la mafia al que llaman “Botines” (por sus impecables, absurdos e impolutos zapatos blancos). La única opción de la pareja es disfrazarse de mujeres y unirse a una orquesta de señoritas que viaja a Florida contratadas por un hotel que acoge huéspedes de la tercera edad. Lo que viene después es un torbellino de enredos, romances imposibles y situaciones hilarantes que explotan la farsa con una maestría inigualable.
El guión de los maestros de la comedia Billy Wilder e . Diamond es una auténtica maravilla, escrita con un ingenio sobrecogedor y un ritmo narrativo implacable. Todo se mueve a una velocidad vertiginosa, y la trama, con sus implicaciones de género y las dobles identidades, se maneja con una ligereza y una inteligencia que la hacen adelantada a su tiempo.
Tony Curtis está espléndido como Joe, transformándose convincentemente tanto en “Josephine” como en un millonario playboy con un acento que evoca a Cary Grant. Esta dualidad es sensacional. Jack Lemmon, por su parte, es pura genialidad cómica como Jerry o “Daphne”, aportando una expresividad y una vulnerabilidad legendarias, y que culmina con una de las frases más icónicas de la historia del cine. Marilyn Monroe es “Sugar” Kane Kowalczyk que, como casi siempre, rezuma encanto, inocencia y una fragilidad irresistible. No solo aporta su belleza icónica, sino también un talento muchas veces subestimado, demostrando que era mucho más que una cara bonita. Su presencia ilumina cada escena, y su voz, interpretando "I Wanna Be Loved by You" semi desnuda es inolvidable.
La sátira de Billy Wilder siempre ha poseído la suficiente dosis de desenfado para divertir con la ironía, una característica muy presente en el cine de su maestro Ernst Lubitsch, de quien Wilder a bebido en abundancia. “Con faldas y a lo loco” evoluciona de forma orgánica, no existen momentos superfluos o de descanso, y cada movimiento de cámara, cada gesto contribuyen a la comedia y a generar un magnetismo con el que conectamos todos de inmediato.