No puedo ser objetivo del todo con esta película. En mi casa Stitch lleva años ocupando estanterías, cojines y hasta tazas, porque es el personaje favorito de mi hija. Así que quererlo viene de serie. Por eso, cuando Disney anunció el remake en acción real, lo recibí con cierto miedo: otras adaptaciones de dibujos a carne y hueso no me habían convencido demasiado. Sin embargo, esta nueva versión me ha sorprendido gratamente.
La película respeta el espíritu del original de 2002, recuperando esa mezcla de ternura y caos que convirtió a Stitch en un icono. Lo mejor es que consigue recrear la esencia sin perder la chispa, y aunque algunos cambios pueden discutirse, en general logran reforzar la historia en lugar de debilitarla. Se nota un esfuerzo por equilibrar lo emotivo con lo divertido, y eso marca la diferencia frente a otros remakes más fríos o rutinarios.
El apartado visual está muy cuidado: Stitch en CGI tiene vida propia, es expresivo y mantiene ese punto gamberro que tanto gusta a los niños. La ambientación y los efectos no buscan deslumbrar por exceso, sino acompañar a la narración, y esa moderación juega a favor de la película. No es un despliegue técnico vacío, sino una herramienta al servicio de los personajes.
Lo más importante es que la historia sobre la familia sigue intacta. Ese mensaje de “ohana significa familia” continúa funcionando, quizá incluso con más fuerza en estos tiempos. Aquí es donde la película conecta tanto con los pequeños, que ven en Stitch a un amigo entrañable, como con los adultos, que pueden sentirse reflejados en las emociones de Lilo y Nani. Es una historia sencilla, pero que sigue tocando fibras sensibles.
Como todo remake, arrastra la inevitable comparación con el original. Y sí, tal vez pierda parte de la magia irrepetible de la animación. Pero esta versión consigue algo difícil: ser fiel y, al mismo tiempo, lo bastante fresca como para justificarse. Puede que no convenza a los más puristas, pero sí logra entretener, emocionar y mantener vivo a un personaje que sigue robando corazones.
En definitiva, es de esos remakes que uno agradece. No porque reinvente nada, sino porque recuerda que, a veces, basta con volver a contar bien una buena historia para que funcione de nuevo. Y si en casa ya tenías a Stitch en peluches y camisetas, esta película no hace más que reforzar ese cariño.