CONSPIRACIÓN EN EL CAIRO
Raro es el país cuya cinematografía no ha tocado alguna vez el tema de los espías, de los complots políticos en su cine. Esta vez con “Conspiración en El Cairo” no es la primera vez que el cine egipcio presenta sus propias entretelas políticas (entre visillos) para enfrentar a las élites tanto políticas como religiosas del país en sus luchas por los puestos de poder. A pesar de los escenarios egipcios, no es un filme turístico. Es más, por dificultades políticas, no se pudo rodar en la Universidad de Al Azhar de El Cairo sino que hubo de rodarse -al parecer- en Marruecos. Más que una historia personal o por encima de la historia personal de Adam, está todo el fondo histórico más protagonista que la historia propiamente dicha: evitar que se con ente en una sola mano el poder religioso y el poder político. Empleo claro de la cultura, la historia, la ética, la religión, la política. Que el Islam es Religión y Política, Poder y Estado, el Corán y las intrigas palaciegas. Y hay que conservar la fe islámica…
La película es lenta, pesada, tanto como las paredes de la Universidad, si no sabes de qué hablan los grupos reunidos junto a las columnas. Sorprende contemplar al coronel de policía (Fares Fares) conocido de otras películas. A pesar de la fotografía, del colorido, del exotismo de los escenarios, es difícil de digerir.
El tema es valiente, atrevido en su expresión, expuesto a la manera oriental; la conspiración le añade morbo a la intriga que atosiga al espectador con la atención a los diálogos. Pero el guion necesita explicaciones, como los cantos religiosos y la lectura de salmos y comentarios de situación. Es recomendable conocer a los vecinos.