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    Ennio, el maestro
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    Eudalda
    Eudalda

    3 críticas Sigue sus publicaciones

    3,5
    Publicada el 16 de octubre de 2022
    Una excelente película para los que quieran dedicarse a la música, aunque los comentarios sobre cómo crear una gran banda sonora son menos de que lo que hubiésemos querido. Un film emotivo para los amantes del séptimo arte, que se reencontrarán, a través de las distintas bandas musicales, con momentos inolvidables de la historia del cine y con grandes realizadores comentando sus experiencias con el maestro. Quizás más apta para ser vista en la comodidad del living (donde uno puede ir a buscar un café o su bebida favorita, mientras la película corre), que para verla en cine, donde a pesar de lo ergonómico de las butacas, su duración se vuelve un obstáculo al disfrute.

    Al maestro con cariño
    Nadie duda de que Ennio Morricone es uno de los directores italianos más prolíficos de este siglo. Sus bandas de sonido nunca fueron un mero acompañamiento musical, sino un protagonista más de la película y en algunos casos, el más destacado. Tornatore es un gran director y Cinema Paradiso es una de las películas más entrañables del nuevo cine italiano. La colaboración de estos dos gigantes del cine produjo una de las tonadas más populares y reconocibles de toda su historia. Es evidente que su vínculo es profundo.
    Tornatore tiene el lujo de poder filmar al propio Morricone, a sus 90 años, lúcido y memorioso, narrando su vida y la forma en la que concibió sus creaciones. Es evidente que el realizador conoce el mundo del cine como la palma de su mano y tiene todos los contactos necesarios como para convocar a todos los que alguna vez han colaborado con el maestro y obtener los derechos de las escenas más emblemáticas. La película entera es un gran tributo en vida a este gran músico, que no despierta sólo la admiración de Tornatore, sino la de todos nosotros.

    La magia de la banda musical
    La película inicia con el contundente ritmo de un metrónomo retumbando en la soledad de un gran departamento. Vemos a un señor mayor, que entra en cuadro y realiza, pacientemente, ejercicios de estiramiento. Así, en la primera escena, se nos devela el secreto de su éxito. Morricone es metódico, incansable y riguroso. A continuación se desgranan las anécdotas sobre su infancia, su paso (poco feliz) por la academia musical y sus dos grandes amores: su esposa y el mundo de las películas.
    La música del gran maestro es inconfundible, bastan unos pocos acordes para saber que se trata de uno de sus trabajos. Hay una asimilación entre la escena y la melodía, una impronta, un carácter, que se impone a la actuación en vez de adecuarse a ella. Morricone se hizo famoso por sus ocurrencias al musicalizar los spaghetti westerns. Varios directores se enamoraron de su audacia y trataron incluso de recrearla.
    Exigido por la falta de presupuesto, que le impedía convocar a una orquesta, Morricone comenzó a experimentar con los sonidos de los materiales que tenía a su disposición. Los disparos de rifle, golpes, voces, chasquidos de látigo, etc. fueron los instrumentos de los que se valió, para componer bandas musicales únicas. Las películas “Por un puñado de dólares”, “Por unos dólares más”, “Navajo Joe” y “El bueno, el malo y el feo” son excelentes ejemplos de su inspiración e innovación.
    Lo esencial para un músico, explica el propio compositor, es el estudio de los clásicos y el armado de una melodía poderosa, que transmita el carácter propio de la historia. El tema principal de la película “Sacco y Vanzetti”, grabado en colaboración con Joan Baez, la tonada de la entrañable “Cinema Paradiso”, que escribió con su hijo, Andrea, y la canción de cuna de “El pájaro de las plumas de cristal” son prueba acabada de que su música no está acotada a un género. Cada melodía es única, distinta y cuidadosamente pensada para su objeto. Morricone nunca está del todo satisfecho. El hubiese querido, en esos primeros años, hacer otras cosas, pero su fórmula fue tan exitosa, que se vio obligada a repetirla, muy a su pesar. Con el tiempo, pudo permitirse un mayor control sobre su trabajo y su paleta musical se extendió. Los grandes directores acudían a él, solicitándole su colaboración. Su trabajo abarca desde el policial negro en “El profesional” hasta la ficción de suspenso en “La cosa”.
    La banda sonora de “La misión” es su obra más lograda. Compuso dos temas contrapuestos, uno encarnado en ese solo de oboe que fascina a los aborígenes de la jungla y representa a los monjes y otro muy rítmico, con gran uso de la percusión y lo coral para representar a los indios y a la selva. Lo uno y lo múltiple van creciendo y desarrollándose a lo largo de toda la película, actuando como puntuación de los distintos momentos, hasta que se funden en las escenas finales. Una obra fantástica, ceñida a la época desde los instrumentos y la composición, equilibrada y memorable a la vez. Sin embargo no logró el premio de la Academia, quizás injustamente, como el mismo Morricone lamenta. Su música es la definición de banda sonora original, siempre creada por y para la pieza. La estatuilla sin embargo fue a manos de Herbie Hancock por “Round Midnight”, que incluía muchas piezas ya conocidas.

    Un largo camino
    Habiendo dicho todo esto, y sabiendo que la película fue presentada con gran éxito en el Festival de Venecia, como homenaje póstumo al mejor compositor de la historia del cine y ya ha ganado un premio Donatello a mejor documental, montaje y obviamente sonido, es imperativo afirmar que 2 horas y media es demasiado. La película está concebida como una fotonovela, según las propias declaraciones de su director. Es, en efecto, un ensamble cuidadoso de escenas memorables, pasajes musicales gloriosos, comentarios de amigos y del propio Ennio. El problema es que algunos comentarios se repiten, casi sin cambio y ciertos pasajes son excesivamente parecidos a otros. A mitad de camino la película pierde ritmo, se empantana, transita paisajes ya visitados y se detiene en detalles que no son los que atrapan al espectador. Y aunque Tornatore deja, sabiamente, lo mejor para el final, el espectador ya está muy cansado para disfrutarlo.
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