A los 66 años, Warren Schmidt se jubila y, al mismo tiempo, pierde toda perspectiva. El repentino fallecimiento de su esposa algunas semanas más tarde solo sirve para empeorar las cosas. Entonces comienza a mantener una correspondencia epistolar con Ndugu, un niño de Tanzania al que tiene apadrinado por veintidós dólares al mes y que le sirve ...
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