Crítica de SensaCine.com para Spider: Me acuerdo...

La entrada de David Cronenberg en el siglo XXI, que marcaría un cambio paulatino pero persistente en la textura de su producción cinematográfica, tuvo lugar con una de esas adaptaciones literarias 'imposibles' con las que en varias ocasiones ha logrado los puntos más altos de su filmografía (basta recordar otros casos de libros tan complicados de trasladar a imágenes como 'El almuerzo desnudo', 'Crash' o 'Cosmópolis'). El británico Patrick McGrath colaboró con el cineasta canadiense para escribir el guión adaptado de su propia novela 'Spider', el viaje en primera persona al interior de la fragmentada mente de Dennis Cleg, el paciente de un sanatorio mental al que acaban de dar de alta y, por casualidad, obtiene residencia en una casa de huéspedes cercana al barrio donde vivió su traumática infancia.

Un titubeante, destrozado y magnífico Ralph Fiennes interpreta al Cleg adulto que, durante su estancia en la casa de huéspedes y paseos por los canales del East End londinense, va rememorando los hechos que presenció de niño en una suerte de flashbacks dispuesto como los hilos de una tela de araña (no son escasas las metáforas y rimas visuales que remiten a dicha imagen) en su maltrecha mente. En ellos, su padre asesinó a su calurosa madre cuando lo descubrió con una prostitua (Miranda Richardson interpreta de manera excepcional ambos papeles, añadiendo un plus de confusión y extrañamiento), que se fue a vivir con ellos después del crimen. O al menos así es como el narrador Cleg quiere recordarlo... hasta que la recurrente tesis de Cronenberg sobre la infiabilidad de lo que nos empeñamos en considerar 'realidad' surge en todo su horror.

A favor: Miranda Richardson, en su papel de la prostituta Yvonne, lanza un manotazo de semen directamente a la cámara/espectador.

En contra: La opresión narrativa y formal de Cronenberg convierten la película en una experiencia verdaderamente árida.