Película estadounidense del 2025, de una duración de 137 minutos, con una valoración personal de 5/10, bajo dirección de Bong Joon-ho, guión de Edward Ashton. Se ha embolsado solo en Estados Unidos 19,1 millones de dólares, a los que se suman 25,4 en 66 territorios internacionales. Nada mal para una película relativamente extravagante y que ha destronado a películas como el último Capitán América de Marvel (también con buena recaudación, pero con una trayectoria que ha debido encender alguna que otra luz roja en Disney). Sin embargo, su coste de 118 millones, a los que sumar unos 80 en marketing y distribución, dejan lejos los aproximadamente 300 millones que debería recaudar para que Warner no la considere un fracaso.
Basado en la novela casi homónima de Edward Ashton, Mickey 7. Es una comedia negra sobre clonación. En su pretensión es una bufonada satírica sobre el capitalismo y la explotación laboral, disfrazada de ciencia ficción futurista, una obra intrigante que mezcla la sátira social con el absurdo de la clonación en un universo distópico.
Su narrativas refleja un sentimiento colectivo que una pronta transición hacia una nueva era, donde el futuro se vislumbra más cruel e indudablemente, más ingenioso en sus formas de tortura y control. Con enfasis hacia un avance tecnológico deshumanizante, que se centra en el verdadero sueño capitalista, tan hábilmente disfrazado en la publicidad,: forjar una masa trabajadora desechable, tratada como un recurso más dentro de la maquinaria de producción.
Más expositiva que crítica, que, a pesar de la singularidad de su premisa, termina sintiéndose sorprendentemente poco original. En especial desde la aparición de Mickey 18, la historia se transforma en una suerte de El club de la lucha en clave de ciencia ficción, con dos protagonistas esencialmente antagónicos que, en el fondo, solo buscan trastocar el sistema. Incluso comparten un desenlace visual similar: una explosión enmarcada en la pareja protagonista, presentada como símbolo de una nueva sociedad naciente.
Así mismo, en lugar de desarrollar una visión personal sobre las temáticas que aborda, la dirección y el guion apenas las enuncian, pasando de largo sin profundizar en ellas. Temas como el espacio convertido en un nuevo mar sin fronteras y, por ende, sin leyes claras; la recurrente aparición de Elon Musk, cuya figura se vuelve cada vez más omnipresente en el cine contemporáneo; o la reducción de las mujeres a meros vientres en lugar de individuos con agencia, quedan apenas esbozados, sin un desarrollo contundente. El resultado es un vacío poco común en la filmografía de Bong Joon-ho, que deja la sensación de que la profundidad e impacto de la película dependen más de la interpretación del espectador que de una reflexión verdaderamente elaborada por su director.